miércoles, 6 de junio de 2012

Matrix, Descartes y el cerebro en la cubeta.

 
Si uno no sabe si está en el mundo real o en una simulación computarizada, uno no puede estar seguro sobre si sus creencias acerca del mundo son verdaderas. Y lo que era aún más aterrador para Descartes: en esta clase de situación, parece que la habilidad para razonar no es más segura que lo obtenido por los sentidos; el genio maligno (o un científico malvado ) podría estar haciendo que los razonamientos fueran tan erróneos como sus percepciones.
  Como se puede intuir, no hay una salida fácil para este problema filosófico (o, al menos, no hay una salida filosófica fácil). Varios pensadores han propuesto una inquietante variedad de “soluciones” para este problema, pero, como sucede con muchos problemas filosóficos, no existe nada cercano a un acuerdo unánime sobre cómo debe resolverse esta cuestión.
La respuesta de Descartes para este escepticismo del genio maligno fue, en primer lugar, argumentar que uno no puede genuinamente poner en duda su propia existencia; señaló que todo pensar presupone una persona que piensa: aun al dudar, uno se da cuenta de que debe al menos haber un yo que esta dudando (de ahí la famosa frase de Descartes: “pienso, luego existo”).
Descartes, después, continúa afirmando que, además de nuestra idea innata de yo, cada uno tiene una idea de Dios como un ser todopoderoso, bueno e infinito, y que esta idea sólo pudo haber venido de Dios mismo. Puesto que esto muestra que ese Dios bueno sí existe, podemos tener una total confianza en que Dios no permitiría que fuéramos tan drásticamente engañados acerca de la naturaleza de nuestras percepciones y  de nuestra relación con el mundo. Mientras que el argumento cartesiano sobre la existencia del yo ha sido muy influyente y continúa siendo tema de discusión, en cambio, muy pocos filósofos han aceptado la particular solución teísta de Descartes para el escepticismo sobre el mundo exterior.
Uno de los más interesantes desafíos contemporáneos a esta clase de situación escéptica ha venido del filósofo Hilary Putnam. Su argumento no consiste en defender la certeza de nuestro conocimiento, sino en cuestionar la coherencia de la hipótesis del “cerebro en la cubeta” dados ciertos presupuestos plausibles acerca de cómo nuestro lenguaje se refiere a los objetos en el mundo. Este filósofo nos pide que consideremos una variación de la historia común del “cerebro en la cubeta” que se parece misteriosamente a la situación descrita en el conocido film  “The Matrix”. 
 
Putnam dice: “En lugar de tener sólo un cerebro en la cubeta, podemos imaginar que todos los seres humanos, o todos los seres con sensaciones, son cerebros en la cubeta (o sistemas nerviosos en la cubeta en el caso en el que seres con sólo sistemas nerviosos cuenten como seres con sensaciones). ¿Por supuesto, el científico malvado tendría que estar fuera o no? Tal vez no haya ningún científico maligno, tal vez, aunque parezca absurdo, el universo sea una gigantesca maquinaria automática que atiende una cubeta llena de cerebros y de sistemas nerviosos. Ahora supongamos que esta maquinaria automática esta programada para darnos a todos una alucinación colectiva en lugar de un cierto número de alucinaciones aisladas. Así, cuando parece que te hablo a ti, es a ti a quien le parece estar oyendo mis palabras... Ahora quiero hacer una pregunta que parecerá muy tonta y obvia (al menos para algunas personas, incluyendo algunos filósofos muy sofisticados), pero que nos llevará a verdaderas profundidades filosóficas con cierta rapidez. Supongamos que toda esta historia fuera realmente verdadera, ¿podríamos, si fuéramos cerebros en la cubeta de este modo, decir o pensar que lo somos?” .

 
La asombrosa respuesta de Putnam es que no podemos pensar coherentemente que somos cerebros en la cubeta, y así el escepticismo de esta modalidad nunca puede realmente desarrollarse, ya  que es difícil hacer justicia al ingenioso argumento de Putnam: "No todo lo que pasa por nuestra cabeza es un pensamiento genuino, y mucho menos todo lo que decimos es una emisión significativa. Algunas veces nos confundimos o pensamos incoherentemente; a veces decimos cosas que no tienen sentido. Pero claro que no siempre nos damos cuenta en ese momento de que estamos siendo incoherentes – a veces creemos que estamos diciendo (o pensando) algo con sentido. Al estar drogado con óxido nitroso el filósofo William James se convencía de que tenía pensamientos profundos sobre la naturaleza de la realidad. Luego, estando sobrio, revisaba el cuaderno en el cual había anotado los pensamientos producidos por las drogas, y veía solamente  sinsentidos."
Al igual que yo puedo decir una oración que no tiene sentido, puedo usar un nombre o un término general que no tiene sentido, puesto que falla para relacionarse con algo en el mundo. Los filósofos se refieren a estos términos como “sin referencia” a un objeto. Para hacer referencias de forma exitosa, cuando usamos el lenguaje, debe existir una relación adecuada entre el hablante y el objeto al que se refiere. Si un perro al jugar sobre la arena logra escribir el nombre “Ed” con una rama, pocos estarán dispuestos a decir que el perro realmente quería referirse a alguien llamado Ed. Es presumible que el perro no conozca a nadie llamado Ed, y aun si así fuera, no sería capaz de pretender escribir el nombre de Ed en la arena.
 Las palabras no se refieren  de modo intrínseco (“ por arte de magia”) a objetos, deben cumplirse ciertas condiciones en el mundo para que nosotros reconozcamos que una cierta palabra escrita o hablada tiene algún significado o que se refiere a alguna cosa.
Putnam afirma que una condición que es crucial para realizar referencias con éxito es que exista una conexión causal apropiada entre el objeto referido y el hablante. Especificar aquí qué debe contar como “apropiado” es una tarea muy difícil, pero podemos hacernos una idea de la clase de cosa requerida para considerar casos en los cuales la referencia falla debido a una conexión inapropiada. Si alguien que nunca ha sabido nada de la película “The Matrix” logra hacer el sonido “Neo” mientras estornuda, muy pocas personas estarían inclinadas a pensar que esta persona realmente se ha referido al personaje Neo. No existe la clase de conexión causal entre el hablante y el objeto referido (en este ejemplo, Neo). Para que la referencia sea exitosa, no puede solamente ser accidental que el nombre sea pronunciado (otra forma de pensarlo: quien estornuda tuvo que haber emitido el sonido "Neo" aun si la película The Matrix nunca hubiera sido hecha.)
La dificultad, según Putnam, para suponer coherentemente que la hipótesis del cerebro en la cubeta sea verdadera es que los cerebros criados en un entorno como ése no podrían referirse con éxito a cerebros genuinos o a cubetas o a nada en el mundo real. Consideremos el ejemplo de alguien que ha vivido toda su vida en “la matriz”; cuando esta persona habla de “gallinas” no puede referirse a las gallinas reales. En el mejor de los casos, podría referirse a representaciones computarizadas de las gallinas que han sido enviadas a su cerebro. De modo similar cuando esta persona habla de humanos atrapados en cápsulas y alimentados de datos por "la matriz", no puede referirse con éxito a humanos o a cápsulas reales – no puede referirse a cuerpos humanos físicos en el mundo real porque no tiene la conexión causal apropiada con esos objetos–.  Entonces, si alguien pronunciara la frase “soy sólo un cuerpo atrapado en algún lado al que un computador le introduce información sensorial”, esa frase sería por sí misma necesariamente falsa. Si la persona no está, de hecho, atrapada en la matriz, entonces la frase es abiertamente falsa. Si la persona está atrapada en la matriz, entonces no puede referirse con éxito a cuerpos humanos reales al pronunciar “cuerpo humano”, y así parece que su declaración debe también ser falsa.
Esta persona parece doblemente atrapada, incapaz de saber que está en la matriz e incapaz de expresar con éxito la idea de que puede estar atrapada en la matriz (¿podría ser ésta la razón por la cual en un punto del film Morpheus le dice a Neo  que “no se le puede decir a nadie lo que es la matriz”?)
El argumento de Putnam es controvertido, pero es digno de ser tenido en cuenta, porque muestra que la clase de situación que describe “The Matrix” despierta dudas, no solamente acerca de las cuestiones filosóficas esperadas sobre el conocimiento y el escepticismo, sino también acerca de cuestiones concernientes al significado, el lenguaje y la relación entre la mente y el mundo.

 
Hilary Putnam, filósofo.   
Universidad de Princeton, Universidad de Harvard, Universidad Jorge Tadeo Lozano.

4 comentarios:

  1. Gracias por tratar estos temas tan interesantes y que tanto pueden dar que pensar ¿El cerebro pensando sobre si mismo como si fuera algo ajeno?

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  2. Excelente apreciación entre la realidad y la representación.

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