A comienzos del s. XX se inicia un movimiento en el campo de la formación
musical que cuenta con figuras tan relevantes como C. Orff, E. J.
Dalcroze, Z. Kodaly, S. Suzuki o Edgar Willems.
Todos ellos destacan
por presentar una pedagogía musical más moderna, basada en las relaciones
psicológicas existentes entre la música, el ser humano y el mundo creado.
Emile Jacques
Dalcroze se yergue como precursor de la musicoterapia al romper con los
esquemas tradicionales y desarrollar una terapia educativa rítmica para
enfermos, que partía de sus propios ritmos para establecer la
comunicación.
Karl Orff tomó como
eje de su pedagogía musical el movimiento corporal, utilizándolo en todas
sus posibilidades comunicativas. Unía así la creatividad y la música,
favoreciendo la socialización.
Edgar Willems, a su
vez, presenta un sistema pedagógico en el que destaca:
“...el concepto de educación musical y no el de instrucción o de
enseñanza musical, por entender que la educación musical es, en su
naturaleza, esencialmente humana y sirve para despertar y desarrollar las
facultades humanas”
Contribuye así a una mejor armonía del hombre consigo mismo al unir los
elementos esenciales de la música con los propios de la mentalidad
humana.
Para ello muestra la
música como un lenguaje, como una progresión, desarrollando el oído o
“inteligencia auditiva” y el sentido rítmico, que sientan las bases
para la práctica del solfeo. Un solfeo que presenta nuevas técnicas y
que encuentra en el musicograma la mejor forma de abordarlo con los más
pequeños.
El pedagogo musical
belga J. Wuytack introdujo el concepto (y práctica ) de musicograma,
entendiéndolo como una plasmación gráfica de la parte formal e
instrumental de la partitura cuya audición se trabaja.
Se trata del empleo de una serie de elementos con distintos colores y
tamaños en función de los ritmos, timbres, compases o frases que se desean
remarcar y con los que los niños encuentran una representación material
(distinta pero complementaria al pentagrama) de los elementos abstractos
del solfeo, de manera que su iniciación musical resulta más lúdica y
placentera, desarrollando desde edades tempranas el amor por la música
incluso en sus aspectos más teóricos.
El método Willems se orienta a la educación de los niños, tratando de que
cualesquiera que sean sus dones musicales puedan desarrollar a través de
la música sus facultades sensorio-motrices, cognitivas y afectivas.
Abre también la
puerta a las familias, apostando por una educación activa y creativa en la
que el entrenamiento trascienda del recinto escolar, cobre vida e impregne
toda la expresión del ser.
La actividad musical
se entiende como un campo abierto y plural que favorece el desarrollo
artístico y cultural en el que se combinan el modo de hacer, el saber y el
ser para mejorar la inteligencia musical y la sensibilidad estética del
alumno, como individualidad y como ser social.
Entre los objetivos que Edgar Willems se marca con sus discentes, con
los que trata de hacer más humana y lúdica la educación musical
enfocándola especialmente a la educación infantil, destacan tres:
1) Musicales: con los que
pretende que amen la música desarrollando todas sus posibilidades y
abriéndose a las manifestaciones de las diversas épocas y culturas.
2) Humanos: trata de que,
mediante la música, se desarrollen armónicamente todas las facultades del
individuo, haciendo hincapié en las intuitivas y creativas.
3) Sociales: enfoca su método a
todo tipo de alumnado, poniendo gran énfasis en el beneficioso trabajo en
grupo y en su prolongación al ámbito familiar.
Para concluir decir que para despertar en los niños el gusto por la música
no basta con ponerles música para que la escuchen, sino que hay que crear
situaciones de escucha activa.
Mezclar sonido, texto y gráficos de una sola vez limita las explicaciones
teóricas, que en la educación infantil (por ejemplo) pueden resultar aburridas, y
permite además trabajar con instrumentos y expresión corporal. El
musicograma es la plasmación de esta forma de entender la música.
Por otra parte, el musicomovigrama se revela como la nueva tendencia para
la que dibujar la música ya no es suficiente, sino que se deben plasmar
los sentimientos e imágenes mentales que nos produce oírla. Y una vez
escaneados esos trazos, verlos en movimiento mientras se escucha la
música sobre la que se ha trabajado.
En definitiva, como afirma K. Swanwick:
“todos somos potencialmente musicales, como todos somos
potencialmente seres capaces de adquirir el lenguaje; pero eso no
significa que el desarrollo musical pueda darse sin estimulación y sin
nutrición, al igual que ocurre con la adquisición del lenguaje”.
Para profundizar sobre el tema, recomiendo la siguiente bibliografía:
Swanwick, K. (1991) Música, pensamiento y educación.
Morata. Madrid.
Willems, E. (1976) La preparación musical de los más
pequeños. Eudeba. Buenos Aires.
Willems, E. (1984) Las bases psicológicas de la educación
musical. Eudeba. Buenos Aires.
Willems, E. (1994) Valor humano en la educación musical.
Paidós. Barcelona.
Willems, E. (2001) El oído musical. La preparación auditiva
del niño. Paidós.
Barcelona.
Wuytack, J. y Boal Palheiros, G. (1996) La audición
musical activa. Associaçao Wuytac k de Pedagogía Musical. Porto.
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