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viernes, 12 de enero de 2018

Cuestiones sobre lectoescritura (II)




Método fonético o fónico.

 Para la aplicación del Método fonético o fónico se sigue el siguiente proceso:

1- Se enseñan las letras y vocales mediante su sonido, y se utilizan láminas con figuras que inicien con las letras estudiadas.

2- La lectura se va realizando simultáneamente con la escritura.

3- Se enseña cada consonante por su sonido, y se emplea la ilustración de un animal, objeto, fruta, etc.

4- Cada consonante aprendida se va combinando con las cinco vocales, y se forman sílabas directas: ma, me, mi, mo, mu.

5- Con el ejercicio se perfecciona la lectura mecánica, luego la expresiva.



  Por otro lado, existen otros métodos, como son el eclíptico y el sintético. El método eclíptico es el que nos permite lograr objetivos más amplios en la enseñanza de la lectura. El método sintético es utilizado en todas las ciencias experimentales, ya que mediante esta se extraen las leyes generalizadoras.

   Según Decrdy, solo se puede aplicar el método global analítico en la lectoescritura si todavía la enseñanza concreta e intuitiva se basa en los principios de globalización, en los cuales los intereses y necesidades del niño y la niña son vitales cuando se utilizan los juegos educativos que se ocupan como recursos complementarios para el aprendizaje de la lectoescritura.

   El modelo de Mather y Roberts nos explica que es un elemento inherente al proceso instructivo, por lo que nos proporciona instrumentos que pueden ayudar a profesores y alumnos en el proceso de escritura. 

   El modelo de Bernice Wong consiste en una serie de instrumentos aplicados de forma fonética a adolescentes con dificultad de aprendizaje y alumnos de bajo rendimiento. Un estudio realizado por Wong y sus colaboradores en 1996 nos dice que dichas fases se disponen de la siguiente manera: planificar, escribir y revisar.Los modelos instruccionales de la composición escrita son muy importantes para la compresión lectora, pero a su vez han venido sufriendo cambios, ya que en los últimos años se han desarrollado nuevos modelos instruccionales como lo son el de Mather y Roberts en (1995) y Sorenso en (1997), los cuales aportaron grandes avances para la enseñanza y el aprendizaje de la composición escrita.

  Hayen y Flower plantearon la escritura como resolución de un problema retórico. Scardamalia y Bereiter (1992) mencionan que la escritura de un texto se puede realizar de forma automática: pensar, decir o transformar el conocimiento a medida que se va desarrollando la composición. Sharon Sorenso proporciona un modelo instructivo secuenciado, detallado e ilustrado con numerosos ejemplos.

   El modelo cognitivo, por otro lado, surge en los años ochenta con la finalidad de buscar la manera de ocupar el vacío de los modelos anteriores. Flower y Hayer dicen que la escritura es un proceso interactivo y complejo, en el que es fundamental la memoria a largo plazo; para estos autores el escritor es ya maduro, pues a través de sus conocimientos previos el individuo puede transformar sus conocimientos en otros nuevos. 

   Por otra parte, existen también los modelos explicativos de producción textual; dentro de estos modelos está el modelo de producción, que nos dice que es de carácter descriptivo. Su objeto de estudio es el texto. Este modelo se da en dos etapas: la macroestructural y la microestructural. También nos dice que es estática, mecánica y concentrada en la representación gráfica de los datos lingüísticos y evaluación de los aspectos formales. 


Otros cuatro enfoques.


  1- Enfoque basado en la gramática: este enfoque nace en el contexto de la enseñanza de la expresión escrita en la lengua materna, y luego se traspasa y se adapta para la enseñanza de la escritura. La idea básica es que para aprender a escribir se tiene que dominar la gramática de la lengua (las reglas que la constituyen, la esencia, la estructura, la organización formal subyacente, etc.) El núcleo de la enseñanza lo constituye precisamente este conjunto de conocimientos gramaticales sobre la lengua: sintaxis, léxico, morfología, ortografía, etc.



 2-Enfoque basado en las funciones: Según serafín (1985), se basa en el conjunto de funciones o actos del habla; presenta un análisis diferente de textos, funciones de escritura y habilidades cognitivas, con el objetivo de elaborar un currículo progresivo de la expresión escrita.


3- Enfoque basado en el proceso: Nace a partir de los años sesenta, se desarrolla en USA; se analizaron lo que hacían los alumnos antes, durante y después de escribir el texto. Los profesores estaban decepcionados con los métodos utilizados.

 4- Enfoque basado en el contenido: Este enfoque se desarrolla paralelamente en dos contextos académicos distintos, en Estados Unidos durante la década de los ochenta.


  La lectura y, sobre todo, la escritura siguen siendo dos procesos que no tienen el suficiente reconocimiento y valoración por parte de los estudiantes, independientemente del nivel de estudios que cursen. No obstante, las potencialidades que leer y escribir encierran, más allá de acceder y acumular información, se les sigue mirando como dos tareas (con todas las implicaciones que esta expresión encierra) que impone la escuela a quienes a ella asisten.

  Si somos sinceros en nuestra reflexión, en buena medida leer y escribir han tenido dos características esenciales: imposición por parte del maestro y monólogo del autor. Con la primera característica, la imposición —todos los sabemos—, se puede lograr obediencia, pero nunca despertar amor por lo que se hace. Es apropiado rescatar una frase de León Tolstoi, que puede servir de referente para orientar los procesos de escritura y de lectura y, de paso, como orientación para el ejercicio docente: 

"La clave de la vida no es hacer siempre lo que uno quiere, sino querer siempre lo que uno hace".




viernes, 14 de octubre de 2016

La pedagogía Montessori versus la de Waldorf (Steiner).

        Steiner um 1905.jpg

         Rudolf Steiner.


Maria Montessori y Rudolf Steiner fueron dos personajes que han dejado una importante huella en el campo de la pedagogía. Sus métodos, considerados “alternativos”, a menudo son comparados, y la gente se pregunta cuál es mejor, cuál es el que más le conviene a su familia.

Maria Montessori (1870-1952) fue médico y educadora, además de maestra, filósofa, médica y otras muchas cosas. Se le asignó la tarea de educar a niños considerados “deficientes” y, gracias a su enorme capacidad de observación y de escucha, elaboró el método educativo al que dio nombre, basado, principalmente, en acompañar al niño en su aprendizaje.

Rudolf Steiner (1861-1925) fue filósofo y pedagogo. El propietario de la fábrica Waldorf-Astoria le encargó dirigir una escuela para los hijos de los operarios. De ahí el origen del nombre de la pedagogía que desarrolló.

Veamos los puntos en común entre sus métodos:

1- Ante todo buscan el respeto a los niños. Consideran que tienen un enorme potencial y que son la base de un futuro mejor.
2- Para respetar al niño, éste debe gozar de una gran libertad.
3- Las actividades artísticas tienen un peso importante en sus escuelas.
4- Critican las calificaciones, las ven como algo inútil y dañino para el desarrollo del niño.
5- Proponen que el entorno escolar esté hecho para las dimensiones de los estudiantes, a su medida.
6- Se da importancia a la vida doméstica, intentando reproducirla en el colegio.




    María Montessori




¿Cuáles son las diferencias?

Montessori acerca las letras y los números a los tres años. En torno a los cuatro o cinco, se aprende a leer y escribir. La propia motivación es el desencadenante de este aprendizaje. El profesor es más una guía, el que proporciona el material al niño de acuerdo con sus intereses. El material diseñado por el docente tiene como finalidad que se adquiera una habilidad, se practique y se pase a otra actividad con completa autonomía. Además, permite autocorregirse, no siendo necesario para ello las calificaciones. Eso sí, cada material tiene una finalidad determinada, definida. El alumno decide qué actividad realiza en cada momento, no se le impone. Tienen libertad para levantarse cuando así lo deseen y pueden desplazar los muebles. Pretende que el niño aprenda, que sea libre, pero, a la vez, que mantenga los pies en la tierra. Por ello no se les impulsa a usar la imaginación de manera que se confunda con la realidad, sino que claramente se separan.


Steiner (Waldorf) tiene una concepción más global del ser humano, por lo que el aprendizaje es secundario frente a la formación global (alimentar el espíritu). Por este motivo a veces hay una cierta suspicacia hacia estas escuelas, como si fueran una secta. Aunque lo cierto es que las enseñanzas esotéricas o religiosas de Steiner no se dan en estos colegios. Frente a la separación realidad-ficción de Montessori, Waldorf privilegia la imaginación. El aprendizaje de la lectura y la escritura no tiene lugar antes de los siete años, ya que antes se piensa que el niño está en otra dimensión. Los materiales son rudimentarios, se trata de que se pueda jugar y trabajar con ellos de distintas maneras, para estimular la creatividad. Los muebles están hechos a la escala de los alumnos, siendo posible moverlos, pero también subirse a ellos. Se atribuye gran importancia al establecimiento de ritmos, tanto diarios como semanales como anuales. El objetivo es proporcionar seguridad. El profesor no es un simple guía, debe ser un modelo, una inspiración. Las actividades manuales son muy importantes, lo que proporciona un numero de habilidades distintas. Son contrarios al uso de la tecnología, como televisores, ordenadores, etc. Se favorece la imaginación frente a la tecnología. Se considera importante pasar tiempo al aire libre, intentando que, adecuadamente vestidos, jueguen todos los días fuera.



Puntos débiles.

¿Cuáles se consideran las flaquezas de estos métodos? En el caso de Waldorf, lo anteriormente comentado, la sospecha de que se pueda adoctrinar a los pequeños en temas religiosos o espirituales. Bueno, no es imposible que suceda, pero se puede evitar si los padres intentan estar al corriente de la vida escolar. Otra crítica que se hace es que al vivir tanto en el mundo de la imaginación, tengan problemas para aceptar la realidad y adaptarse a ella, sobre todo al crecer. Aquí deberían hablar los antiguos alumnos. Pero ¿cuánta gente odia su trabajo rutinario y no se adapta a él, sino que se resigna? Y no todos vienen de escuelas “alternativas”.
Sobre la pedagogía montessoriana, hay a quien no le gusta el uso rígido de los materiales, aunque, obviamente, esto ayuda a su conservación y a que no reine el caos en el aula. Y que la mayor parte de las actividades se desarrollen individualmente, no insistiendo en la socialización. Esto se compensa, al menos en parte, formando clases con niños de distintas edades, frente a la limitación de una única edad en el aula de las escuelas convencionales. También el concepto de libertad del niño, en algunos casos, provoca miedo, pensando en pequeños sin límite alguno. En realidad, se enseña autodisciplina.






Tomado de En tribu

lunes, 22 de agosto de 2016

¿Castigos? No, gracias; ni en la escuela ni en casa.




1- Porque los castigos enseñan que la conciencia es algo externo, impuesto. Y las razones para hacer el bien deben estar dentro de uno mismo. Así, minusvaloramos la capacidad de los niños para cumplir las normas y les hacemos perder la confianza en sí mismos.


2- Porque enseñan que se deben cumplir las normas para no recibir el castigo y no porque haya una razón en la propia norma. Por tanto, cuando desaparezca el castigo, desaparecerá el cumplimiento de la norma.


3- Porque es muy difícil ser justo con los castigos, porque no son iguales las situaciones. Además, siempre hay un margen de error, el acto es evaluado y enjuiciado desde fuera y  muchas veces falta información. Por otra parte, los castigos pueden ser injustos porque inciden en el resultado de una acción y no en la causa que ha llevado a esa acción.


4- Porque es muy difícil establecer límites en los castigos: a mayor delito, mayor castigo. ¿Hasta dónde? Si siguen sin cumplir las normas, ¿qué vamos a hacer, matarlos?


5- Porque, una vez cumplido el castigo, la contrición desaparece. Ya no nos sentimos mal por haber errado, porque hemos pagado. Esto apaga la propia conciencia. 



6- Porque se imponen, nacen del poder, de la fuerza y resultan humillantes y alienantes. Además de enseñar la ley del más fuerte, no deja de ser un ejercicio de violencia y la violencia genera violencia. Como un grito, como un tortazo, un castigo es la prueba obvia de que el que lo impone se quedó sin argumentos, se siente desarmado y es sólo por la fuerza que se considera con capacidad para imponer su criterio. Es el momento justo en que como madre o padre dejas claro a tu hijo que nunca debió tener tanta confianza en ti: 

6.1  No eres alguien a quien confiarle tus errores; puede haber represalias.
6.2 No eres alguien con plena capacidad para dar respuestas y, cuando te quedas sin ellas, eres capaz de reaccionar violentamente.


7- Porque generan rabia y ganas de venganza en el niño. Se bloquea con esos sentimientos y le impiden aprender que lo que ha hecho no ha estado bien. Siempre se ven los castigos como algo injusto o desproporcionado y eso da más motivos para seguir insistiendo, intentando que no te pillen, a menos que el castigo sea tan duro que no lo haga por miedo, y una relación basada en el miedo es funesta.


8- Porque el castigo implica culpa, y no queremos niños con sentimiento de culpa, sino con sentido de la responsabilidad.


9- Porque el castigo desvía la atención del niño de su propia acción (más o menos inadecuada) y la traslada a la acción paterna del castigo. De ese modo, el niño concentra sus esfuerzos en algún tipo de venganza o en cómo evitar que le pillen la próxima vez. El castigo obliga a los niños a ser mentirosos (aprenderán a maquillar sus errores) y, por tanto, deterioran la relación de confianza con los padres.


10- No deja lugar a actitudes empáticas y ocupa el lugar de una actitud creativa donde se deberían buscar vías alternativas a la situación.


11- Busca corregir la conducta, y eso implica una situación de constante “vigilancia” del castigado.


12- Implica una valoración de la persona que hay detrás de esa conducta (“has sido malo”), con sus correspondientes mensajes, calificativos implícitos y explícitos. En situaciones grupales pone de manifiesto quién es “mejor” o “peor”.


13- En el caso de los niños menores de 5 años, no pueden ponerse en el lugar del otro, no son conscientes de las consecuencias y no se dominan, así que el castigo es injusto puesto que no son responsables. 




martes, 3 de mayo de 2016

Orientaciones para intervenir con niños y niñas que presentan hiperactividad.

Resultado de imagen de hiperactividad


A continuación, se exponen unas pautas para poder intervenir con niñas y niños hiperactivos dentro de una orientación más o menos conductista; pero hay otras visiones, bastante efectivas, que son también muy interesantes.



¿Cómo pueden los padres poner unas reglas claras?


Para prevenir que el niño se meta en "problemas" repetidamente y haya que explicarle una y otra vez las reglas, puesto que no las sigue, es importante que primero comprenda bien dichas reglas. Por ejemplo, si usted pide “debes ser ordenado” como uno de los objetivos, es posible que no lo entienda, por lo que es mejor definir este objetivo claramente: “limpia el cuarto una vez por semana, recoge los juguetes antes de acostarte y báñate cada noche”. Esta regla es mucho más clara y no se puede interpretar de otra forma. Además de explicarlas, conviene escribir las diferentes reglas, las posibles consecuencias de no cumplirlas y los premios por cumplirlas. Ponga la lista en un sitio visible. Para niños pequeños ayudan bastante los dibujos y los colores.


¿Cómo pueden los padres ayudar al niño a terminar una tarea?


A estos niños les cuesta muchísimo acabar encargos, tareas y deberes escolares. Para las tareas de la casa que tienen varios partes, es buena idea escribir los distintos pasos. Por ejemplo: recoger la mesa es 1; vaciar los platos en la basura, 2; vaciar los vasos en el fregadero, 3; colocar los platos, vasos y cubiertos en el lavavajillas, 4; poner jabón en el lavavajillas y encenderlo, 5; limpiar las migas de la mesa, 6; barrer el suelo, 7; guardar el mantel y las servilletas, 8. Otra tarea más sencilla seria: tirar la basura es 1; cerrar la bolsa, 2; bajar la bolsa al contenedor, 3; limpiar el cubo si se ha ensuciado, 4; poner una bolsa nueva en el cubo, 5; guardar las bolsas sin usar en su sitio, 6.  Parece sencillo, pero el niño puede creer que “ha tirado la basura” si ha bajado la bolsa abierta al contenedor y ha dejado restos por la cocina y sin poner una bolsa limpia. Se pueden hacer tarjetas de diferentes tareas, como limpiar el cuarto, preparar la cartera y la ropa la noche anterior, hacer la cama, echar la ropa sucia al cubo, ir a por el pan, prepararse por la mañana para ir al colegio (levantarse, lavarse, vestirse, desayunar, lavarse los dientes, coger la cartera, coger el bocadillo, etc.).



¿Cómo pueden los padres aumentar la estructura y el orden de la casa?


Hay que buscarle un sitio a cada cosa. Por ejemplo, para ordenar los juguetes, ponga etiquetas o dibujo de cada cosa en las cajas donde vaya a guardarlos. Nada más acabar de jugar, el niño deberá ordenar los juguetes. Para facilitar la rutina de la mañana, tenga un lugar definido para el abrigo, la cartera, los zapatos, la bolsa de gimnasia, el bocadillo, etc. La noche anterior asegúrese de que el niño coloca todo el material en la cartera y deje cada cosa en su sitio, así evitará prisas y olvidos por la mañana. Se pueden utilizar relojes o cronómetros (como los que se usan en la cocina) para marcarle el tiempo. Por ejemplo, si faltan 20 minutos para acostarse, ponga el reloj con alarma para que suene dentro 20 minutos, y evitaremos el “venga, que ya ha pasado media hora”.



¿Cómo pueden los padres establecer rutinas estables y predecibles para estructurar el tiempo?

Las rutinas ayudan a estructurar el día y producen seguridad en el niño. Si él sabe lo que va a pasar, no lo sorprenderán las cosas y estará preparado. Casi todos los colegios hacen que el niño escriba su horario de clases. De la misma forma, podemos escribir un horario de actividades, tiempo de estudio, tareas y ocio después del colegio que incluya las tareas extraescolares y también lo que se planea hacer el fin de semana. El horario debe estar en un sitio visible y, si hay que hacer algún cambio, se avisa al niño con tiempo suficiente y se le recuerda de vez en cuando. Los horarios de cenar o irse a dormir deben ser bastante estables y no hacer cambios arbitrarios o por sorpresa.


¿Cómo pueden los padres eliminar ruidos y distracciones?
 

Cuando el niños está haciendo algo concreto, como uno de sus encargos (los escritos en las tarjetas) o sus deberes escolares, es fácil que se distraiga con cualquier ruido, como la TV, el teléfono o el tráfico de la calle, por lo que hay que evitar que haya cualquier tipo de distracción a su alrededor. Pregúntele al niño o niña dónde cree que se concentrará mejor. A lo mejor usted cree que un sitio aislado y muy silencioso será el mejor, pero el niño trabaja mejor en un sitio tranquilo pero no alejado, donde usted pueda supervisarle de vez en cuando.


¿Cómo pueden los padres modificar la conducta del niño?

Para intentar modificar la conducta de su hijo debe realizar lo que sigue.

Definir el problema de forma positiva. Definir claramente los comportamientos deseados sin mencionar el problema. Por ejemplo, en vez de reñirle por moverse, intente que esté sentado toda la cena; en vez de eliminar el desorden, intente que deje el material escolar en su sitio.


Establecer metas razonables. Seguramente sea demasiado pedir que su hijo permanezca sentado toda la cena todas las veces, por lo que es mejor empezar por periodo de 5 minutos, luego 6, luego 7, etc. Para preparar las cosas para el colegio, empiece por el abrigo y la cartera, luego añada el bocadillo, luego la bolsa de gimnasia...


Avanzar poco a poco. Felicite a menudo a su hijo por obtener metas intermedias, haga comentarios específicos (¡qué bien, has estado sentado!), evitando generalizaciones (¡qué bueno has sido!), o elogios negativos: "ya era hora de que lo hicieras bien".


¿Cómo pueden los padres motivar al niño?


La mejor manera es utilizar un sistema de puntos, dándole puntos, estrellas o fichas cuando consiga alcanzar un objetivo marcado. Cada 5 puntos se pueden canjear por algo concreto, como ir al parque, unos cromos, leerle un cuento... Un punto por ordenar el cuarto, y dos por hacerlo sin que se lo digan. Se pueden perder puntos por hacer mal las cosas, pero siempre deben ganar más de las que pierde. Haga una lista de cómo se pueden ganar los puntos y por qué se pueden cambiar.


¿Cómo pueden los padres aumentar la disciplina?


Los padres deben hacer que el niño “sufra las consecuencias” de saltarse las normas inmediatamente o se le olvidará. No sirve de nada perder energía riñéndole si ha hecho mal hace mucho, porque no conectará la acción con la consecuencia. Cuando el niño se está saltando una norma, hay que recordarle que lo está haciendo, y que vamos a contar hasta tres, y si no deja de hacer lo que está haciendo, lo pondremos en tiempo fuera (un lugar sin estímulos, durante unos minutos). Al contar, levantamos los dedos: uno, dos, y...tres (se puede contar despacio, pero no cuente hasta cuatro). Hay veces que le pondremos en tiempo fuera por infracciones importantes sin contar hasta tres.


¿Cómo pueden los padres ayudar al niño a obedecer mejor?


Cuando se manda algo al niño hay que seguir unos pasos:

Es imprescindible que el niño sepa las normas y que éstas sean claras. No son buenas normas como “portarse bien” o “ser bueno”; es mejor “no pegar”, “no gritar”, “no insultar”, ”recoger la mesa después de cenar”, etc.


Es importante que sepa qué va a pasar si las normas no se cumplen.


Ayuda si se le recuerda o avisa con antelación: “acuérdate de que se acerca la hora de acostarte”, “¿Qué te he pedido que hagas?”.


Ayuda bastante si repetimos la consigna, pero sin tono de hastío o aburrimiento.


Si no hace caso, hay que llevarlo donde tenga que realizar lo aconsejado: llevarlo de la mano a su cuarto para recoger los juguetes.


Nunca hablarle con sarcasmo (“ya era hora de que lo hicieras”, “a buenas horas lo haces, para eso mejor no hacerlo”, “encima te voy a dar un premio por hacerlo una vez y no hacerlo treinta").


¿Cómo se pone al niño en “tiempo fuera”?


Si hubiera que reprocharle algo al niño, se le sienta en una silla en un sitio tranquilo (el pasillo), pero no aislado. El niño debe permanecer sentado tantos minutos (cronometrados) como años tenga. Tiene que quedarse sentado y callado. Cuando suene el reloj de la alarma, nos dirá porqué le hemos apartado. Si no quiere decirlo, estará otro minuto sentado y callado, y así hasta que decida hablar. Luego hay que decirle que ha hecho muy bien "el tiempo fuera" y que puede continuar con su actividad normal. El tiempo fuera es una consecuencia que obtiene el niño de una situación más o menos problemática y se puede hacer en casa o fuera de ésta. Si se aplica inmediatamente, puede enseñarle al niño a predecir qué comportamientos producirán consecuencias negativas, y aprenderá a hacer caso antes del tiempo fuera, cuando contemos hasta tres.


¿Cómo pueden los padres prestar atención positiva a su hijo?


Para niños menores de nueve años elija unos 10 o 20 minutos cada día, que serán su “tiempo especial” con usted. No puede haber otros niños. Pase ese tiempo exclusivamente con su hijo.


Para niños mayores de 9 años simplemente busque un rato con su hijo. Juegue con él y únase a él en el interesándose por lo que hace. No intente dirigir ni controlar la actividad, simplemente relájese y páselo bien intentando entender lo que hace. Tras unos minutos observando describa en voz alta algunas de las cosas que hace para mostrar su interés: “así que estás jugando con los coches en el garaje, y los estás lavando porque va a ir a una carrera”, pero no haga preguntas, excepto si no entiende lo que hace.


Diga a veces una frase de admiración o que lo anime: “pero qué bien lo haces, me gusta mucho cuando juegas así en silencio”. Si no puede decir nada, déle: un abrazo, una caricia en la espalda o la cabeza, una sonrisa, un guiño...Si el niño empieza a portarse mal, intente ignorarlo mirando a otro lado, pero si sigue, dígale que no va a jugar más hoy con él porque se está portando mal, levántese y salga dela habitación. Si se siente incómodo hablándole de esta manera a su hijo, practique.


OTRAS ORIENTACIONES PARA REDUCIR LA HIPERACTIVIDAD


Actuaciones de los padres.

Si pretendemos ayudar al niño hiperactivo a aprender a atender y concentrarse, necesitamos conocer cuales son sus intereses. Cuando se descubren tales intereses, se podrán utilizar como base del aprendizaje asociado. Si el niño está interesado en los dinosaurios, por ejemplo, se le pueden asignar numerosos ejercicios de lectura o aritmética utilizando directamente estos intereses: los dinosaurios pueden ser el tema de las lecturas, se pueden montar historias, desarrollar el vocabulario, contar, clasificar, registrar...


Estos intereses deberían emplearse también para recompensar al niño cuando atiende y completar tareas en casa, por ejemplo, "cuando termines las tareas, puedes ir a jugar con tus muñecos ".


Ayudar al niño a desarrollar su autoconfianza: reconocer sus progresos y ejecuciones por lentas o limitadas que éstas sean. Exija logros graduales (unos momentos de permanecer sentado, de estar atento...).


Ofrecerle demostraciones de cariño y aceptación a través de frecuentes zalamerías, cosquillas, besos... El niño hiperactivo necesita gran cantidad de contacto físico y afecto paterno. Utilice esas demostraciones como refuerzo cada vez que se aproxime a la conducta contraria que se pretende modificar: permanecer más tiempo sentado; estar quieto, reposado; escuchar, seguir instrucciones. Sorprender al niño “siendo bueno" o "haciendo alguna cosa deseable", tan frecuentemente como sea posible, y recompensarle con una alabanza, sonrisa...


Utilice la atención adecuadamente: sólo recibirá atención cuando esté tranquilo, quieto, atento, pero no cuando haga lo contrario, porque entonces estamos reforzando la conducta inadecuada. Se debe evitar la excesiva exaltación emocional.


El niño no debe recibir muchas instrucciones: ¡no te levantes!, ¡no molestes!, ¡estate quieto! Habrá que explicarle claramente lo que debe hacer y qué obtiene a cambio. Use gestos u otras claves para recordar las normas.


Implicar al niño en el establecimiento de reglas, esparcimientos y otras actividades personales y familiares.


Decir al niño cuando se porta mal y explicarle lo que usted siente acerca de su conducta; después, proponerle que ponga en práctica otras formas de conducta más aceptables.


Poner en práctica algunos de los ejercicios relacionados con el programa que se lleva a cabo en la escuela para el entrenamiento en la relajación, reducción de la tensión, la inhibición muscular o el desarrollo de la atención y concentración (técnica de entrenamiento conductual cognitivo).


Ser estable y perseverante con el programa. Reducir la conducta hiperactiva lleva tiempo. Debe establecerse un momento del día para el desarrollo de los ejercicios, por ejemplo, antes del desayuno, a la vuelta de la escuela o inmediatamente antes de acostarse.


Procurar darle un lugar para trabajar o estudiar sin interrupciones, y de esta forma fomentar la capacidad del niño para concentrarse en lo que está haciendo, reduciendo, en todo lo que sea posible, los estímulos perturbadores de su entorno.


Como padres, es preciso ser estables con la propia conducta. Hay que recordar que, cada vez que los padres cambian la reacción conductual ante el niño, confunden a éste acerca de lo que ustedes esperan o cómo desean que actúe. 

miércoles, 3 de febrero de 2016

En qué quedamos, ¿deberes sí o deberes no?


<p>Preguntar por los deberes es preferible que ayudar al menor a hacerlos. / <a href="https://www.flickr.com/photos/wwworks/4195916777 " target="_blank">Woodley Wonderworks</a></p>


  Teniendo en cuenta que España es el estado con más horas lectivas de Europa, muchos se preguntan qué necesidad hay de agobiar a los alumnos por las tardes con un montón de ejercicios, trabajos y resúmenes.

  Distintas asociaciones de padres de alumnos opinan que hay que poner deberes, puesto que se crean en el niño hábitos de esfuerzo, disciplina, superación y autocontrol. Otras organizaciones creen todo lo contrario: piensan que el tiempo que los colegiales permanecen en la escuela es más que suficiente como para que estos asimilen bien los diferentes conocimientos y materias.

  Varios estudios realizados por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), indican que el poner muchos deberes no hace que los escolares vayan necesariamente mejor en lo académico. 

  En general, pienso que en la educación primaria no sería necesario poner deberes; y si se ponen, como mucho un par de días a la semana. Las horas que los críos permanecen en las aulas son, en principio, más que suficientes para aprender adecuadamente. Pero, yendo a lo particular, es cierto que hay alumnos a los que les hace falta profundizar y reforzar ciertas áreas; en estos casos, quizás sea necesario mandar algunas tareas con alguna frecuencia. Y, por supuesto, no olvidemos que también existen alumnos con altas capacidades cognitivas, y necesitan ser atendidos correctamente.

  La clave de todo está en realizar individualizaciones. Todos los niños son diferentes, cada uno tiene sus propias características. Así pues, tendremos que poner tareas en función de lo que pueda necesitar cada chaval o chavala.


  

Algunas alternativas a los deberes.

  En mi opinión, los deberes en la educación primaria deberían centrarse en trabajar aspectos prácticos de la vida del niño. No se tendría que teorizar tanto; quizás no haya que obligar a hacer interminables divisiones, raíces cuadradas, análisis sintácticos... Las tareas siempre han de ser significativas para el crío y, sobre todo, útiles. 

  Ya en casa, después de las horas que los niños y niñas han pasado en la escuela, podemos hablar, en relación con la asignatura de Lengua, sobre diferentes cuestiones con nuestros hijos: cómo ha ido el día, qué ha ocurrido en clase; elaborar una lista para ir al supermercado, escribir correctamente un correo electrónico o wasap... En Matemáticas, se pueden trabajar, por ejemplo, aspectos relacionados con la gastronomía y la cocina: cuando preparamos una comida determinada (gramos, kilos), cuando hablamos de deportes (marcadores, medidas de las diferente canchas), cuando caminamos por nuestro pueblo o ciudad (distancias: metros, kilómetros). Y con otras áreas se puede hacer lo mismo: Ciencias Sociales (cuando se escuchan  -o se leen- las noticias en la televisión, radio o redes sociales, se pueden comentar o analizar dichas noticias de una manera lúdica), Música (cuando salgan a colación o se escuchen distintos grupos de pop-rock, orquestas sinfónicas, bandas sonoras de películas o música publicitaria, se puede hablar sobre esos músicos o las características de las músicas escuchadas), Inglés (poner de vez en cuando series, películas o programas en su versión original inglesa), etc. Obviamente todo esto se ha de hacer de un modo natural, no forzado.

  En realidad, lo que hace falta es una renovación profunda de la escuela y, por ende, también en el tema de los deberes. Ahora, los niños están rodeados de una cultura totalmente audiovisual, y todavía no se ha hecho esa gran reforma, necesaria, para que los centros educativos conecten de verdad con niños y niñas. La escuela de hoy en día se ha quedado anclada en el siglo XX.

  Los chavales, por las tardes, han de jugar, ser niños; en definitiva, han de tener infancia.



lunes, 7 de septiembre de 2015

Algunas claves para cambiar el modelo educativo.





1. Que se escuche más a los alumnos y alumnas. 
Como norma general, el docente, en un aula, no debería hablar más de un tercio del tiempo de la sesión. Los otros dos tercios, la palabra ha de estar en posesión de los alumnos. 

2. Abrir las clases a otras personas. 
Se debe abrir el aula para que otras personas, como familiares de los alumnos, otros docentes del centro, profesionales de distintos oficios..., expliquen sus experiencias, sus conocimientos.

3. Proponer diferentes retos. 
Más que enseñar a dar respuesta a preguntas y resolver problemas (que por supuesto hay que hacer), debemos enseñar a plantear preguntas y problemas.

4. Fomentar la visión crítica.
Sería importante que, al menos una vez por semana, los alumnos propongan temas de su interés sobre distintos asuntos, que expresen sus opiniones y planteen posibles soluciones.

5. Potenciar la inteligencia emocional. 
La inteligencia emocional es una herramienta básica para evitar problemas de convivencia y un elemento indispensable para una adquisición significativa del conocimiento.

6. Sobrepasar las materias.
Debemos transmitir unos valores que doten a los alumnos de las herramientas necesarias para tener éxito en lo académico y, también, en lo personal.

7. Integrar las TIC. 
Los alumnos deben leer en pantalla, pero también en papel; deben escribir con un teclado, pero también con bolígrafo, lápiz, rotulador...

8. Promover la lectura. 
La comprensión lectora es muy importante para acceder al conocimiento. Leer debe ser un acto diario en el aula y ha de ser un momento compartido entre alumnos y profesores.

9. Promover lo colaborativo. 
El trabajo en equipo es una manera motivadora y creativa de trabajar en el aula. Para ello es necesario, entre otras cosas, flexibilizar el diseño y la distribución de los distintos muebles que hay en el aula. Hay que acabar con las aulas auditorio.

10. Evaluar de modo distinto. 
La evaluación debe ser continua, y el peso de los exámenes tradicionales ha de ser, quizás, menor. 




miércoles, 1 de julio de 2015

La onicofagia.

 Dibujo de uñas

Consideraciones.

 Morderse las uñas es un hábito nervioso relacionado con la ansiedad.
La psicóloga Almudena Porres explica que quienes se muerden las uñas piensan que hacer algo placentero reducirá la carga ansiosa. Así, desvían el desasosiego hacia esta práctica que por momentos se convierte en relajante, en una distracción fácil.

 Este trastorno es similar, en cuanto al origen y el tratamiento, a otros como quitarse los pelos de las cejas o arrancárselos de la cabeza. La costumbre de morderse las uñas suele comenzar en la infancia, sobre todo entre los niños más nerviosos, tras superar la etapa de los chupetes o de chuparse el dedo. “Este hábito se manifiesta a partir de los 3 años, cuando el niño ha alcanzado la suficiente coordinación psicomotriz como para manejar sus movimientos sin herirse”, señala Porres.  Afecta al 45% de los niños, según datos de los psicólogos, sin diferencias apreciables entre los sexos. La onicofagia se acaba automatizando de manera inconsciente. “Se llevan las manos a la boca en cualquier situación como si fuera una rutina mecánica”, describe Santos Orejudo, especialista en psicología clínica.

 Sin embargo, en muchos casos, la onicofagia perdura después de la infancia.Las estadísticas que manejan los expertos calculan que alrededor del 25% de los universitarios y el 10% de los adultos mayores de 35 años prosiguen con el hábito de morderse las uñas. ¿Por qué? La razón tiene que ver con la ansiedad. “Si la persona no ha encontrado otros mecanismos alternativos para paliar o contrarrestar dicha ansiedad, esta costumbre se convierte en una forma eficaz, aunque patológica, de disminuirla por un momento”, indica Porres. También se prolongará si el niño es castigado por morderse las uñas y se siente culpable. “Luego es más difícil de erradicar”.

Los especialistas aseguran que, por razones estéticas, las chicas se preocupan antes que los chicos por evitar morderse las uñas y son las primeras en demandar ayuda. “Por lo general, entre los 13 y los 15 años las jóvenes empiezan a interesarse por cómo solucionar este hábito”, asegura Luis María Ilzarbe, médico estomatólogo e investigador asociado al Instituto CEEI (Centro Europeo de Empresas Innovadoras).

Orientaciones.
Repercusiones negativas.

 “La incidencia de esta costumbre es excepcionalmente elevada. Si extrapolamos los datos porcentuales que manejamos, se podría decir que sólo en Estados Unidos unos 40 millones de personas padecerían este hábito nervioso. En general, podríamos hablar de que un 25% de la población se muerde las uñas”, informa Porres.

 La onicofagia tiene consecuencias negativas incluso en el día a día. Por ejemplo, se padece una evidente dificultad para realizar movimientos que requieren un largo mínimo de uña, como recoger una moneda del suelo o separar cinta adhesiva.
No obstante, las consecuencias más graves tienen lugar en el plano físico, en dientes, encías y en las propias uñas, que pueden llegar a sufrir graves daños. “Es un problema estético, más que funcional, causado por la reiteración con la que se efectúa. Si se hiciera pocas veces, no sucedería nada. Pero el repiqueteo constante de un incisivo contra el otro para morderse las uñas provoca que los incisivos superiores e inferiores se desgasten y sean más feos”, apunta Luis María Ilzarbe. Estos dientes son muy visibles cuando se sonríe, por lo que los efectos negativos de este hábito son más evidentes y las piezas dentales se aprecian recortadas.

Las uñas, por su parte, no crecen bien por el continuo mordisqueo al que son sometidas. “Además, se crean microtraumatismos a lo largo de todo el lecho ungueal, la parte que se encuentra bajo las uñas, alterándose su anatomía”, explica el dermatólogo José Luis López Estebaranz. Este especialista asegura que se pueden provocar pequeñas infecciones por bacterias, virus, hongos o cándidas en la uña, porque entra en contacto con la flora de la boca y se está continuamente chupando y macerando; infecciones que, en muchos casos, se trasladan a la mucosa oral. A veces, también se ocasionan daños alrededor de la uña. “Se pueden provocar panadizos, que hacen que el dedo se inflame y duela”, destaca el dermatólogo. De la misma forma, surgen padrastros y verrugas periungueales en la piel que rodea las uñas.

 En el plano psicológico, este hábito provoca diversas reacciones fruto del mal estado de las uñas. “La más común suele ser la vergüenza ante la posibilidad de que otras personas observen las uñas recomidas, los dedos infectados y heridos, o un retraimiento cuando se trata de compartir actividades que conllevan la exposición abierta de las manos, como en los juegos de mesa con los demás”, enumera Almudena Porres.

 Señala Orejudo que también la autoestima de una persona puede verse afectada. Ocurre siempre que alguien sorprende a otra mordiéndose las uñas después de haberse comprometido a no hacerlo. Esta situación perjudica la imagen psicológica del individuo porque se siente incapaz de controlar su comportamiento y esto le crea un complejo.


Cómo remediarlo.

 Los diferentes especialistas que tratan casos de onicofagia coinciden en que la solución procede del campo de la psicología. A pesar de esto, las creencias populares hablan de que se deben cubrir las uñas con esmaltes o sustancias amargas que provoquen el rechazo de la persona en el intento por llevarse los dedos a la boca. “Es un método poco eficaz, lo más recomendable es la ayuda psicológica”, resalta López Estebaranz.

 En la infancia, la responsabilidad de que el niño no se muerda las uñas recae directamente en los padres. El doctor Cano Vindel aconseja llamar la atención a los hijos pero sin darle demasiada importancia. Se trata de crear pautas para que controlen el hábito, pero sin concentrar demasiado la atención de los padres en este punto. Bastaría con un “te estás mordiendo las uñas, tienes que aprender a no hacerlo porque luego no quedan bonitas”, explica. El problema se puede agravar si se reprende duramente al niño y se utilizan expresiones que puedan resultar hirientes como “no eres capaz de controlarlo”. “Jamás se debe castigar o reprochar nada al niño, porque echar la culpa no ayuda a controlar la conducta”, recalca Cano Vindel.

Entre los métodos estudiados por los especialistas para abandonar definitivamente este hábito se encuentra la llamada “práctica negativa”. Porres Salces explica que se trata de una especie de terapia basada en morderse las uñas a propósito. Este método, aún en fase experimental, se centra en la técnica de la saciedad, en lograr que quien se coma las uñas se harte y sienta repulsión por ellas.
El sistema más utilizado actualmente por los psicólogos es el Método Inversión del Hábito, con tasas de éxito de hasta el 80%, según Santos Orejudo. “El objetivo es que el sujeto cobre conciencia de los momentos en que se muerde las uñas y se dé cuenta de que no debe hacerlo en ese preciso instante”. A través de unas plantillas especialmente diseñadas para este fin, las personas en tratamiento anotan los momentos exactos en los que se muerden las uñas: durante la lectura, viendo televisión, en época de exámenes, etc. Así, los psicólogos les harán entender que esos son los momentos de máximo riesgo ante los que deben mantenerse alerta y esforzarse en no llevarse los dedos a la boca.

 El plan detallado que elaboran los psicólogos como parte del tratamiento para abandonar esta mala costumbre se basa en acciones como las que a continuación cita Porres:


·Identificar todas las situaciones en las que es probable que se muerda las uñas y anotar la frecuencia diaria con que se hace.
·Aprender acciones físicamente incompatibles con el hecho de morderse las uñas y realizarlas cuando se produzca la tentación de mordérselas.
·Practicar ejercicios de relajación.
·Cuidarse a diario las uñas -hacerse la manicura- y mostrarlas constantemente a los demás.


 Los expertos aseguran que desde el momento en que una persona deja de morderse las uñas, éstas no “se curarán” hasta pasados 8 meses. Añaden, además, que se debe esperar un mes y medio más para asegurar el abandono definitivo del hábito. De todas formas, Orejudo insiste en que depende del interés de cada uno y del tiempo que una persona dedique a tratarse, dándose casos de erradicación de esta mala costumbre en un solo mes.


martes, 3 de marzo de 2015

Consejos para intervenir cuando los niños tienen pesadillas.



 Las pesadillas, al contrario que los terrores nocturnos, pueden ser aterradoras para el niño y también para los padres, y son el resultado del sentimientos de inseguridad, de ansiedades, miedos o preocupaciones. Son reacciones del miedo común y normal a los sueños desagradables, que se inician normalmente a los tres años de edad y suelen tener su punto álgido a las edades de cuatro y seis años. Las niñas son susceptibles de padecerlas más tarde que los niños. Un 28 %  de los niños con edades comprendidas entre los seis y los doce años tienen pesadillas. Alrededor de los diez años, la frecuencia de estos sueños desagradables se incrementa otra vez; y pocos años después suelen remitir dichos sueños.



  Las pesadillas difieren de los terrores nocturnos en otros aspectos: mientras que el niño transpira, grita y respira agitadamente al experimentar una pesadilla, éste puede ser despertado rápidamente y se acordará del sueño o de partes del sueño.
Los sueños pueden estar inducidos por enfermedades o por el dolor, la sobreexcitación, el miedo, la ansiedad, los programas demasiado violentos de televisión o por amenazas enfermizas que realizan algunos padres. Aunque el niño puede no ser capaz de indicar exactamente qué le está afectando, pueden sacarse algunas claves a partir de su comportamiento si conversamos con él.  Cualquiera que sea la causa, los niños inseguros, preocupados o con ansiedad tienen más probabilidades de tener pesadillas.



Posibles actuaciones.


 Tranquilícele y dé seguridad a su hijo o hija.
Lo que los padres pueden hacer por un niño que sufre pesadillas es despertarle, calmarle y darle seguridad, decirle que todo va bien, que no ocurre nada. Acariciarle y mecerle, pero no dar demasiada importancia a la pesadilla, puesto que de otro modo podría aprender a utilizarla como mecanismo para atraer la atención. No es importante, en este momento, comentar el contenido del sueño.Hay que evitar la excitación excesiva.
Los niños deben tener un periodo de calma y de relajación antes de acostarse y no hay que permitirles que vean programas de televisión violentos o de terror, no contarles historias de miedo ni permitir que realicen actividades físicas demasiado movidas. 

Las experiencias de muchos padres sugieren que es de gran ayuda limitar la televisión.


 Hay que usar la conversación y los sueños como datos de cualquier problema que esté sufriendo el niño. Háblele durante el día de sus pesadillas e intente aliviar sus miedos e inquietudes. Sea previsor y prepare al niño con antelación para acontecimientos que sean susceptibles de causarle tensión, tales como la vuelta a la escuela después de las vacaciones o salir de viaje. Los miedos de los niños son muchas veces causados por la falta de información.



 Si el niño tiene el mismo sueño una y otra vez, puede estar seguro de que siente ansiedad por algo. Anímele a que hable de su sueño y que lo represente despierto, pero con un final feliz.