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sábado, 1 de junio de 2013

Conexiones entre el lenguaje y la música.




   Algunos aspectos del lenguaje verbal resultan, de un modo u otro, musicales, y algunos de la música son lingüísticos. La música puede ayudar al desarrollo de algunas habilidades importantes para la adquisición de competencias verbales, como la destreza de escuchar y recordar con atención, la facultad de pasar sonidos a símbolos y viceversa, controlar la entonación de la voz, etcétera. Asimismo, la música puede ofrecer oportunidades para explorar el poder expresivo del lenguaje. Por ejemplo, la calidad vocal de una interpretación musical está unida al aprendizaje de una actitud de escucha atenta. También hay puntos de convergencia entre el aprendizaje de algunos componentes del lenguaje musical y el aprendizaje de las lenguas en lo referido a acentos, esquemas de entonación, elementos expresivos del discurso, ritmo, articulación, puntuación, dinámica, estructura y fraseo... Todos estos elementos son claros nexos,  en cuanto a su aprendizaje, entre el lenguaje hablado y la música.

   Igualmente habría que decir que un desarrollo adecuado de las capacidades verbales en las personas ofrece mejores oportunidades para lograr una adecuada comprensión musical. Pero un aspecto hay que tener muy claro: la música es un importante modo de comunicación y de comprensión dentro del mundo de la imaginación, de lo abstracto y de lo sonoro. Así, por tanto, tiene sus propias reglas y se califica como un lenguaje eminentemente no verbal. Es decir, las reglas musicales no pueden transferirse así como así a las que organizan el lenguaje verbal. Cada una de esas normas tiene su campo de acción.  La música estaría más relacionada con los lenguajes verbales más abstractos, permitiendo a las personas la aproximación a las dimensiones más espirituales humanas.


   Donde más se ve la interrelación entre música y lenguaje es precisamente en el canto. El aprendizaje de canciones permite acercarse al texto (discurso verbal), comprendiendo éste  a través de la dimensión sensible que ofrece el soporte tímbrico, melódico y armónico de la propia música. El canto permite un acercamiento profundo al uso de la palabra en el lenguaje poético. Éste es uno de los aspectos claves en la vivencia de la musicalidad de la lengua.


    Parafraseando a Theodor Adorno, la música es semejante al lenguaje, pero no es lenguaje, puesto que es sucesión temporal de sonidos articulados; y no es un lenguaje, ya que no constituye un sistema de signos, no tiene referencia a un ámbito de conceptos. Por otra parte, la música aspira a un lenguaje (de sonoridades y símbolos) sin intenciones, aunque significativa.


   Es importante decir que la música y la función social que cumple, así como lo que se quiere transmitir con ella, va a depender en gran medida de la cultura o sociedad en la que esté.


  Volviendo a T. Adorno, éste nos dice que la música no tiene trama de sentido, sino que consta de evocaciones no siempre intencionales o comunicables. La música estaría cerca de lo propiamente comunicable, pero no se acabaría en las intenciones o fines. En la ejecución musical lo que interesa es el contenido, lo que acaece en el propio devenir de la música, y todo esto porque las formas musicales son su propia determinación.


   De esta forma, es la propia música la que se establece a sí misma. De esto se deriva que sea intraducible desde el lenguaje verbal humano.


      Algunas preguntas importantes que se han realizado diferentes músicos, filósofos, musicólogos,  antropólogos sociales, psicólogos, sociólogos, historiadores, maestros y profesores de música con respecto a la música son las que siguen:

1-  ¿Es la música un lenguaje?

2- ¿Es la música un lenguaje únicamente espiritual y emocional?

3- ¿Qué modo de pensamiento incita y desarrolla el lenguaje de la música?

4- ¿Hasta dónde es posible pensar en la música como un lenguaje?


   La música sí guardaría relación  con el lenguaje, pero como expresión espiritual para interpretar el mundo, la sociedad.


  La música puede proveer de oportunidades para explorar el poder expresivo del lenguaje verbal. Los seres humanos pueden llegar a comprender de mejor forma los caminos por los cuales el lenguaje crea una respuesta hondamente personal gracias a su propia entonación o al refuerzo efectivo de la música.


   Según Walter Benjamín, con nuestros conocimientos actuales, sólo las personas tienen una lengua perfecta en cuanto a universalidad, intensidad y dominio. Esto supone decir que más allá de la concepción propiamente burguesa que mantiene que el  medio de expresión es la palabra, tenemos esta dimensión del lenguaje que formula su posibilidad en la facultad de dar nombres a las cosas y así poner en palabras su espiritualidad.



   La música se circunscribe a sí misma, y es una verdadera forma del conocimiento para sí misma y para los entendidos y aficionados en este arte. De esto se desprende su carácter intraducible desde el punto de vista del lenguaje verbal humano.


   La música es algo que, además de a la esfera intelectual, iría en gran medida, como ya se ha dicho, directamente al plano emocional y espiritual del hombre.


   La música sí se puede explicar, sólo en parte, desde un punto de vista científico: la armonía, el lenguaje musical, las formas musicales, las reglas compositivas, la acústica (relaciones matemáticas...), pero la significación, el mensaje último, la globalidad y la totalidad de lo musical irían a parar de forma automática al plano más emocional, afectivo y emotivo de nuestra mente. La música, básicamente, estaría hecha para ser sentida y vivenciada en lo más insondable de nuestro espíritu (pensamiento), puesto que la significación ulterior vendría dada por el plano más místico de nuestro cerebro.


   La música es muy difícil de traducir desde el punto de vista del lenguaje verbal; es verdaderamente inefable, un lenguaje simbólico y poético insondable. Las evocaciones que nos produce la música, entre otras muchas, pueden ser de inmensidad, magnificencia, excelsitud, meditación, profunda comunicación con todo lo que nos rodea, honda armonía, paz,  equilibrio, conciliación, enorme deleite estético y adquisición de un sentido vital-espiritual.

  


BIBLIOGRAFÍA

FUBINI, E.: La estética musical desde la Antigüedad hasta el siglo XX. Alianza Música. 1993

GAL, Hans, The musician’s world. Letters of the great composers,London, Thames and Hudson ltd., 1965 [Trad. Esp.: El mundo del músico. Cartas de grandes compositores, Madrid, Siglo XXI de España editores S.A., 1983]

GARCÍA LABORDA, J. M. et al. (eds.). La música moderna y contemporánea a través de los escritos de sus protagonistas (una antología de textos comentados). Sevilla, Doble J, 2004.


GÓMEZ AMAT, Carlos, Historia de la Música española: el siglo XIX,Madrid, Alianza editorial, 1983.

GRABNER, Hermann, Allgemeine Musiklehre, Kassel, Bärenreiter-Verlag, 1997 (1ª ed. 1923) [Trad. Esp.: Teoría general de la Música, Madrid, Akal, 2001]

GUASCH, Ana Mª, Los manifiestos del arte postmoderno, Madrid, Akal, 2000

HELLER, Ágnes / Ferenc Fehér, Postmodern Culture and Politics,[Trad. esp.: Políticas de la postmodernidad. Ensayos de crítica cultural, Barcelona, Península, 1998]

HENNION, Antoine, La Passion musicale, París, Editions Métailié, 1993 [Trad. Esp.: La pasión musical, Barcelona, Paidos, 2002]

KERMAN, Joseph, Musicology. Londres, Fontana Press, 1985.

KIVI, Peter, New Essays on Musical Understanding, Oxford, Oxford University Press, 2001. [Traducción española: Nuevos ensayos sobre la comprensión musical, Barcelona, Paidos, 2005].

JACOBS, Helmut C., Belleza y buen gusto. La teoría de las artes en la literatura española del siglo 


jueves, 25 de abril de 2013

Universidad y ciencia: ¿los nuevos dioses?


  




ALGUNOS GRANDES PEROS AL MÉTODO CIENTÍFICO Y A LA CIENCIA OFICIAL.



Todo lo que a continuación se expone es también perfectamente aplicable al mundo de la educación: pedagogía, psicología educativa, psicopedagogía, didáctica, neuropsicología aplicada a la educación, etc.


Paul Feyerabend (filósofo de la ciencia): el anarquismo filosófico.




    Según Feyerabend (1924-1994) no existen principios universales de racionalidad científica. El crecimiento del conocimiento es siempre peculiar y diferente y no sigue un camino prefijado o determinado.  Feyerabend defiende el valor de la inconsciencia y la anarquía en la ciencia. Este pensador sostiene que la ciencia es básicamente una actividad anarquista y que un anarquismo teórico no sólo es más realista y humanitario, sino que promueve mejor el progreso de la ciencia y la sociedad. 

   "No sólo los estándares científicos son peculiares a ciertas condiciones sociales e históricas, sino que debemos abandonar toda intención de evaluar una teoría comparándola con otra para encontrar la que es mejor. El único principio universal en la ciencia es que todo está permitido. El pluralismo teórico (proliferación de teorías diversas) es bueno para la ciencia, y la uniformidad teórica favorece el dogmatismo e inutiliza el poder crítico de los científicos. Un examen cuidadoso de la Historia de la Ciencia proporciona pruebas de que la idea misma de ciencia se ha visto modificada profunda y radicalmente muchas veces en su historia. De igual modo, los criterios de experimentación, verificación, observación, medición, etc., han sido transformados de una generación a otra de una forma que sugiere que cualquier juicio general  o universal que tendiera a agruparlos en una sola categoría sería un error. Esto nos lleva al principio de inconmensurabilidad, que es la imposibilidad de comparación de dos teorías cuando no hay un lenguaje teórico común. Si dos teorías son inconmensurables entonces no hay manera de compararlas y decir cuál es mejor y correcta."

     Feyerabend disiente de la idea de que la ciencia es la mejor o única forma de obtener conocimiento de la realidad. Según este filósofo, esto está propagado por los científicos mismos para garantizar su statu quo y el puesto privilegiado que tienen en la sociedad. Nada más lejos de la sociedad. No hay idea que no pueda, de algún modo u otro, aumentar nuestro conocimiento. No existe una sola teoría que dé cuenta de todos los fenómenos que se nos presentan. 

  Según Feyerabend, la ciencia, los mitos o la magia se encuentran más cercanos entre sí de lo que la ciencia está dispuesta a aceptar. La ciencia no es más  que una de las tantas formas de reflexión sobre la realidad que el hombre ha desarrollado, y no es necesariamente la mejor. La ciencia tuvo antaño una función liberadora del pensamiento, pero en la actualidad, se ha convertido en parte del statu quo y se ha vuelto tan opresiva como lo fue en su tiempo la iglesia. La separación del Estado y la ciencia sería otro aspecto a tener muy en cuenta.


 Feyerabend se apoya en Soren Kierkegaard y en diversos filósofos románticos y existencialistas para negar la racionalidad del mundo, o más bien la existencia de una Razón abstracta dominante. La ciencia es como el arte en el sentido de que no hay un "progreso" ni una "verdad", sino simples cambios de estilo. Proclama las virtudes del pluralismo cultural. Las ideas occidentales no son las mejores ni tampoco el ideal al que debe aspirar la humanidad.  No existen principios universales dentro de la racionalidad científica por lo cual el conocimiento no sigue un camino siempre igual, sino con peculiaridades que lo vuelven diferente de los demás. Es por esta postura que Feyerabend defiende tan arduamente la idea de que la ciencia esta llena de inconsistencias y anarquía, razones por las cuales afirma que sólo la crítica sustentada, la tolerancia a las inconsistencias y la absoluta libertad son las mejores herramientas para lograr que una ciencia sea realmente productiva.


    Así es como Feyerabend llega a la conclusión de que el éxito de una investigación no se da por la medida en la que se aplican las reglas y fórmulas generales, es más, ni siquiera se conocen explícitamente el método con el que se logró. Aquí podríamos recordar a Einstein que nos dice “La imaginación es más importante que el conocimiento”. 
 
    Pero Einstein no es el único con el que compartía ideas; con su maestro Popper también lo hacía. Esto se ve reflejado en una de las frases más célebres del mismo: “Soy profesor de método científico, pero tengo un problema: el método científico no existe”. La historia misma está llena de accidentes y curiosos eventos, esto demuestra la complejidad de las circunstancias reales y el carácter impredecible de las cosas. Por esto mismo la idea de un método fijo para cualquier evento es incongruente. Sin embargo, hay un principio que puede ser visto en cualquier circunstancia: todo sirve.

     No veía a la ciencia como algo perfecto y elevado; y por esto trató de ponerla al nivel de cualquier persona interesada. La ciencia sufre cambios, pero no progresa. La razón no lo es todo, y es mejor que vaya acompañada por la práctica; es más, deja entendido que a la razón se la debe considerar tan buena como a los sentimientos, ya que ambos provienen del mismo ser imperfecto: el ser humano.


   La razón y la práctica no son dos realidades distintas, sino partes de un único proceso dialéctico.



Thomas Kuhn: las estructuras de las revoluciones científicas.


    Para Kuhn (1922-1996), la Historia de la Ciencia se encuentra muy marcada por largos periodos de refinamiento estable, que él denomina "Ciencia normal", y que se ven sistemáticamente interrumpidos por cambios bruscos de una teoría a otra sin ninguna posibilidad de comunicación entre ellas. A estas bruscas interrupciones Kuhn las llama "revoluciones científicas.

     Los periodos de investigación científica normal se caracterizan también por marcadas tendencias conservadoras. Los investigadores son premiados no por su originalidad como por su lealtad al trabajo de confirmación de la teoría o "paradigma" dominante.

   
   La tenacidad científica es una de las características que define los periodos de ciencia normal. Esta tenacidad se manifiesta en la resistencia a cualquier manifestación externa y contraria al paradigma dominante.  Kuhn dice que la respuesta típica de los científicos al enfrentar una refutación experimental no es la de rechazar la teoría, sino la de retener dicha teoría modificando sus hipótesis auxiliares u observacionales. 

    El cambio de un modelo o paradigma a otro no ocurre debido  a que el nuevo paradigma responde mejor las preguntas que el antiguo; ocurre más bien, debido a que la antigua teoría se muestra incapaz de resolver las anomalías que se le presentan, y la comunidad de científicos la abandona por otra a través de lo que Kuhn ha llamado switich gestáltico


   Las revoluciones ocurren porque un nuevo logro o paradigma presenta nuevas formas de ver las cosas, crean con ello nuevos métodos de análisis y nuevos problemas a qué dedicarse. En la mayoría de los casos, las teorías y problemas anteriores son olvidados.


Karl POPPER: conjeturas y refutaciones.



     Karl Popper (1902-1994) rechazaría la posibilidad de elaborar leyes generales a partir de inducción, y sostuvo que en realidad esas leyes generales son hipótesis que formula el científico, y que se emplea el método inductivo de interpolación para, a partir de esas hipótesis de carácter general, elaborar predicciones de fenómenos individuales.  En esta concepción del método científico es central la falsabilidad de las teorías científicas (esto es, la posibilidad de ser refutadas por la experimentación). En el método hipotético-deductivo las teorías científicas nunca pueden considerarse verdaderas, sino a lo sumo no refutadas. Sin embargo, Mario Bunge ha señalado que la refutabilidad  o falsabilidad no puede ser el único sello de cientificidad, ya que entonces todas las teorías falsas tendrían que ser científicas, lo que es absurdo (un claro ejemplo es la astrología, refutada hace siglos sin que  fuera científica); la cientificidad supone mucho más que la comprobabilidad. 


    Popper afirma que el sujeto (hombres y mujeres) que conoce la realidad no puede "deshacerse" de sus expectativas, prejuicios y concepciones del mundo (social, histórico, físico...) al entrar en contacto con ella. Entonces, ¿qué ocurre con los recién nacidos? Para Popper, gracias a la información genética transmitida por sus padres, tienen ciertas formas, muy primitivas y básicas, de expectativas. Constantemente estamos elaborando teorías acerca del mundo y constantemente las estamos probando. No somos tabulas rasas recogiendo datos para después hacer teorías. No podemos serlo, pues, como ya se ha dicho, estamos en un mar de expectativas, prejuicios, concepciones, etc., que nos llevan a teorizar en cada momento sobre el mundo.  A estas teorías Popper las llama "conjeturas".


Imre LAKATOS



    Lakatos presenta su metodología de programas científicos de investigación como una visión mejorada del falsacionismo ingenuo de Popper. De éste toma la creencia de que el crecimiento del conocimiento científico  es racional y la convicción de que es precisamente la crítica el vehículo de tal crecimiento. De Kuhn toma la "tenacidad" de los que hacen ciencia y la importancia de contextualizar la explicación del crecimiento de la ciencia.
   Para Lakatos, hay que redefinir  lo que es refutación: ésta no sólo es probar que una teoría es falsa, sino tener otra mejor que la que ha sido refutada.



 Unas pinceladas sobre el método hipotético-deductivo.

    A pesar de todo, la ciencia ha demostrado ser la herramienta más fiable y principal, aunque no la única, para la adquisición de conocimiento cierto, y pone a nuestro alcance la capacidad de alcanzar conclusiones objetivas.
  Gracias a la ciencia, la humanidad ha podido salir de la ignorancia y la superstición en la que se hallaba siglos atrás. 
   El poder de la ciencia está en su método científico. Éste busca el conocimiento a través de la observación y el razonamiento estrictos de forma sistemática y con el objetivo de encontrar principios y leyes generales de validez universal.
   Cuando se aplica con rigor el método científico, únicamente puede quedar la verdad desnuda o lo más parecido a la verdad desnuda que es posible conocer en ese momento específico: una verdad provisional tan próxima a la certeza como se puede llegar. 
    El método científico se vuelve más fuerte cuando alguien lo emplea para demostrar  que una verdad establecida resulta ser falsa o incompleta: la ciencia posee esa capacidad de corregirse a sí misma de forma constante.

   Hay varias aproximaciones  al método científico. La clásica, que es en la que se basan todas las demás, es el modelo hipotético-deductivo, que consta de 7 pasos:

   1- Observar: se identifica y se delimita el fenómeno que se va a estudiar; se agrupan todos los datos disponibles.

  2-Crear un hipótesis: una que se tiene una visión global del fenómeno, se imagina una explicación razonable que lo describa en su totalidad. Esto se llama  hipótesis. Ésta debe ser formulada con absoluta precisión, sin ninguna ambigüedad en las palabras.

   3-Se hace una predicción: se ha de utilizar la hipótesis para predecir algo que ocurrirá en el futura si ésta es correcta, y se diseña un experimento para comprobarlo. La carga de la prueba recae siempre sobre quien afirma.

   4-Se hace el experimento: éste no debe estar diseñado para dar pábulo a la predicción, sino para demostrar su falsedad por todos los medios. Por decirlo de alguna forma, hay que ir con todas las fuerzas del mundo contra la hipótesis a ver si aguanta.

 5-Se vuelve al paso 1 hasta que no haya discrepancias entre los resultados de tus experimentos y las predicciones de la hipótesis. Sólo entonces se puede pasar al siguiente nivel.

  6-Extender, expandir, integrar: se buscan fenómenos análogos y se repite el proceso. Se profundiza. Finalmente se estará en condiciones de proponer una ley que explique las observaciones en su totalidad y que realice predicciones válidas para todos los casos.

  7-Formular una teoría: ésta es el último paso y engloba las leyes e hipótesis verificadas en un sistema de conocimiento completo, global, que se integra en el resto de la ciencia.


Conclusiones.

Mi opinión personal es que la ciencia es clave, fundamental, lo mejor y más "perfecto" que tenemos ahora para obtener conocimiento, pero sigue siendo muy limitada.


 Eduard Punset dice en uno de sus libros de divulgación científica: 


" A lo mejor, el ser humano no esté hecho para entender nuestro mundo, para obtener conocimiento; probablemente esté hecho para sobrevivir; nada más"



  Acabaré con una cita de Paul Feyerabend

  "La ciencia no es sacrosanta. El mero hecho de que exista, sea admirada y produzca resultados no basta para hacer de ella norma de excelencia."



lunes, 11 de marzo de 2013

¿Qué es eso de "llegar alto en la vida"? ¿Qué es "ser alguien en la vida"? Una visión distinta a la dominante.






   Hace años, un alumno de 12 años me preguntó qué era eso de llegar alto en la vida. Al parecer, un compañero suyo había querido saber a qué pretendía dedicarse cuando fuera mayor, a lo que le contestó que la cosa que más le apasionaba era dibujar (francamente se la da bien, doy fe). Por lo visto, dicho compañero, al instante, le contestó que quería llegar mucho más alto: anhelaba ser político, ingeniero o abogado.

 Al futuro dibujante me lo encontré un tanto compungido en los pasillos del colegio, y  enseguida comencé a interesarme por lo que le ocurría.

 Como casi siempre, los alumnos me dejan verdaderamente sorprendido (a los maestros en la universidad nunca nos prepararon, ni les preparan ahora, por desgracia, para estas cosas).    

   La verdad es que sobre esto se podría escribir un libro muy grueso teniendo en cuenta diferentes perspectivas: psicológicas, antropológicas, sociológicas, pedagógicas, filosóficas, históricas... Pero la situación exigía dar unas cuantas explicaciones más o menos sencillas (más o menos). Aquí únicamente me centraré en el ámbito laboral, ya que, al menos, hay otro: el personal o íntimo, que trataré en otros artículos.

   En nuestra sociedad (occidental, capitalista, consumista, patriarcal, estratificada...) lo que es y lo que conlleva el llegar alto en la vida viene determinado, entre otros muchos factores, por la propia sociedad que a su vez  se ve tremendamente influenciada por las clases dirigentes. Si éstas deciden o inculcan que lo verdaderamente elevado es ser, entre otras profesiones, abogado, economista, médico o ingeniero, realmente se tendrán muy en cuenta estos oficios: se convertirán en importantes, elevados y con mucho prestigio dentro de la colectividad. Obviamente no les quito importancia, en absoluto, a abogados, economistas, médicos o ingenieros. Son necesarios.

   Lo de llegar alto en la vida ya nos indica, de alguna u otra forma, que alguien está por encima, en la cima, en la cúspide, en lo más alto. Esto es, precisamente, lo que ocurre en nuestra sociedad, que está configurada de forma piramidal, fuertemente  jerarquizada, donde unos pocos dirigen y, en ocasiones, fiscalizan de forma muy poco ética a los de abajo. Dicho esto, no creo mucho en toda esta jerarquía. Sé que es la configuración social que habita entre nosotros, y cambiarla es muy difícil, aunque no imposible. Considero que es mucho mejor la horizontalidad (apoyo mutuo, solidaridad, altruismo y colaboración entre iguales) que la verticalidad (los de arriba, que son pocos, tienen casi todo el poder y manejan, a veces con demasiada firmeza, a los de abajo).

    Es importante decir que también van a influir en lo que pensemos sobre qué es llegar alto en la vida la percepción que tengamos sobre lo útil (y necesaria) o no de la profesión en cuestión, nuestros gustos personales, nuestra vocación, las influencias de la familia, la clase social a la que pertenezcamos, los amigos y la escuela, lo que nos transmiten los medios de comunicación, la política, el dinero que podamos obtener dedicándonos a un trabajo determinado, cuánto nos vayan a reconocer...

    No es lo mismo ser alguien en la vida en Estados Unidos que en una  perdida tribu de la selva amazónica. Ya, pero, alguien podría decir que los EE. UU. están muchísimo más "avanzados" que una "primitiva" tribu del Amazonas. Simplemente me remito a un escrito mío de este blog titulado ¿Existe una cultura superior a las otras? Pero centrémonos en España. Aquí, parece ser que, para muchos, haber llegado a lo más alto es haber conseguido dinero, un cierto (o mucho) prestigio social, propiedades (coches de gama alta, casas, viajes de lujo, comida cara...), tengan o no estudios reglados (con esto último, aquí ya entraríamos en otra vía de discusión: la de la preparación académica). Por suerte, no todos tienen la misma opinión. Existen otras perspectivas muy distintas a la dominante.
   Es evidente que el ser humano necesita de una vivienda digna, de comida, de vestimenta... Pero de ahí a pensar que es necesario poseer todo tipo de cosas materiales, muchas de ellas superfluas, hay un trecho bastante grande.

   Para otras personas, ser alguien en la vida es, simplemente, que los conozcan, que los reconozcan, ser famosos.  O sea, gentes que necesitan de la adulación y del reconocimiento casi constante de los otros. Aquí podríamos entrar en el ámbito de la psicología y la psiquiatría, lo que nos llevaría a escribir un montón de páginas, incluso libros.

   Es obvio que en lo de llegar a ser alguien en la vida también influyen nuestras percepciones internas, nuestros anhelos y nuestras realizaciones personales. Esto es clave, pues aunque para la sociedad en su conjunto un determinado oficio no sea muy elevado, para una persona dicho oficio puede ser lo más gratificante del mundo y lo que más le realice.

    En fin, a lo que iba. Realmente, ¿qué es llegar alto en la vidaA mi preocupado alumno le contesté que llegar alto en la vida, en el fondo, es un pequeña gran trampa que nos pone la sociedad en la que estamos inmersos para dividirnos, clasificarnos, separarnos, controlarnos, enajenarnos y, en multitud de ocasiones, frustrarnos de un modo u otro.  Lo de llegar alto en la vida  significa necesariamente que otros no llegan tan alto; así de sencillo.  Y aquí es donde quería llegar. Es conveniente, según el mensaje que nos llega de nuestra propia sociedad, que unos hombres y mujeres guíen al resto de las personas, que son la gran mayoría.

   ¿Acaso no ha llegado alto en la vida el alfarero que ha querido dedicarse voluntariamente al noble oficio de la alfarería? ¿Acaso no ha llegado alto el médico rural que siempre soñó con ser eso? ¿Acaso no ha llegado alto el pastor que desde niño siempre quiso estar con animales? ¿Acaso no ha llegado alto el agricultor al que siempre le gustó la idea de labrar y cuidar la tierra? Bien es cierto que en todo esto influye notablemente el que a la persona le apasione o no su profesión (esto nos daría para escribir más y más páginas, claro).

   También se suele decir, por  ejemplo, que un gran intérprete de música, pongamos por caso a un violinista (podría ser cualquier otro ejecutante y también  cualquier otro artista: una actriz, un escultor, un bailarín...), ha llegado alto en la vida por tocar de forma magistral, por haber alcanzado la perfección, por lo sublime de sus interpretaciones, por lo enormemente difícil que es llegar a ese nivel musical como instrumentista (soy gran amante de la música, sea clásica, jazz, pop, rock, folk, etc). Pero no es menos cierto que el buen agricultor, el buen alfarero o el buen médico rural no son, en absoluto, menos que un buen violinista de mucho prestigio. Todo esto es sólo cuestión de posicionamientos de discusión, de cambio de paradigma a la hora de valorar. 

   Es habitual escuchar que algunas personas, para ejercer determinadas profesiones,  necesitan de una gran preparación intelectual (estudios reglados, algunos de éstos muy costosos de superar), y esto hace que se valoren dichas profesiones. Así pues, estaría más que justificado encumbrar estas actividades laborales, ¿no? Esto no lo niego, por supuesto; estoy muy de acuerdo con esta visión. Valoro extraordinariamente a las personas que se preparan académicamente empleando muchísimo tiempo y esfuerzo: valoro mucho al buen maestro, al buen médico, al buen enfermero, al buen escritor, al buen arquitecto, al buen ingeniero, al buen historiador, al buen investigador, al buen periodista, al buen psicólogo... Pero ¿el esfuerzo tan grande que ha de realizar un agricultor, acompañado de una colosal dedicación, para que su cosecha llegue a buen puerto, además de unas elevadas dosis de sapiencia, no son aspectos suficientes para valorar en grado sumo a este profesional? Pues sí. Hay que apreciar y estimar enormemente lo que otros trabajadores ofrecen a la sociedad, pues es igualmente significativo y valioso para ésta. ¿Nos podríamos imaginar en la actualidad una sociedad en la que nadie cultivara la tierra? Lo mismo se podría decir de un pastor, un ganadero, un carpintero, un  alfarero o un albañil. La cuestión siempre radica en quién o quiénes deciden lo que es o no  elevado, la profesión que ha de tener prestigio y la que no.  En esto influye mucho el que, habitualmente, las ocupaciones que son más intelectuales suelen ser más valoradas que las menos intelectuales (más físicas); pero, para explicar esta cuestión con más detenimiento, tendríamos que escribir casi una enciclopedia entera, y no es el caso.

  Los que están arriba, en ocasiones, no son los más preparados en cuanto a estudios académicos reglados o no, y los que están abajo, en algunos casos, están mejor formados. Más que tratarse de quién posee más estudios, todo apunta a que estamos ante un juego de equilibrios entre los diferentes estratos sociales. Por tener más carreras universitarias, másteres o doctorados no se es necesariamente más sabio o culto, en absoluto, aunque esto pueda ayudar bastante, claro.
   
   (Habría que decir que no es lo mismo poseer estudios reglados universitarios perteneciendo a una clase social modesta que a una alta, pues las posibilidades de emplearse y de llegar a ser "alguien en la vida" son mucho más elevadas si uno forma parte de las élites; esto es bastante obvio.)

   Lo de llegar a ser alguien en la vida es una cuestión subjetiva, sociohistórica y siempre directamente relacionada con la sociedad en la que nos desenvolvemos y con la clase social preponderante.  

   En una sociedad tendente a la horizontalidad y no a la jerarquización el llegar alto en la vida carecería de sentido o, probablemente, tendría otro muy distinto.

Y a mi alumno acabé diciéndole:


    - Querido alumno, si realmente te gusta ser dibujante, adelante, sé dibujante. Esa profesión no es menos, en absoluto, que otras que son consideradas más elevadas. Si te lo propones, vivirás del dibujo, de la caricatura o del cómic directa o indirectamente. No te voy a negar que es importante lo que se diga en la sociedad sobre una determinada profesión, ya que, inevitablemente, nos va a influir de alguna u otra forma, a unos más y a otros menos. Pero mucho más importante es el que a ti te guste y te realice esa profesión.


 

martes, 13 de noviembre de 2012

Qué hacer cuando un niño te pregunta: ¿qué hago yo aquí, para qué he nacido?


                
Foto de un chico con bigote y look hipster y con cara de sorpresa



  No hace mucho, un alumno de 10 años, en la asignatura de Lengua y Literatura Castellana, cuando ya casi habíamos finalizado la clase, me preguntó:

  -Profesor, ¿qué hago yo aquí, para qué he nacido?


 Sinceramente, la pregunta me dejó boquiabierto, perplejo, descolocado. Una pregunta de tanto calado no tiene una fácil respuesta  o, incluso, puede no tenerla. 

  Los niños, con su insaciable curiosidad, son verdaderos especialistas en poner en aprietos a padres y profesores.

  Para poder intentar contestar esta pregunta hemos de ir directamente a la Filosofía, que es la que nos puede dar alguna clase de "solución", aunque, más bien, a veces, la propia Filosofía nos va a llevar donde los interrogantes se van multiplicando, sin obtener una clara y definitiva conclusión.

  La cuestión planteada por mi alumno nos remite directamente al sentido último de la vida, a la significación de nuestra propia existencia. 


   Hay que señalar que ha habido, y sigue habiendo, innumerables  respuestas desde los más variados puntos de vista, sean filosóficos, pedagógicos, psicológicos, antropológicos o teológicos. Lo que parece estar claro es que en la "solución" que se dé a cuál es el sentido de la vida van a influir, enormemente, nuestras creencias religiosas, lo que entendamos por felicidad, lo que pensemos sobre el bien y el mal, la ética y la moral, la ontología, la conciencia y la existencia de Dios y del alma. 

  Básicamente hay dos perspectivas:

  1) La que propugna que la vida no tiene sentido.
  2) La que establece que sí hay un significado en la vida de los seres humanos.


  En la primera opción, como hiciera Albert Camus y su filosofía del absurdo (hay muchos más filósofos que coinciden en esto, aunque algunos ofrecen una serie de marcados matices), la vida carece de propósito y de sentido. Camus establece que los esfuerzos realizados por hombres y mujeres para hallar el significado total y previamente determinado dentro del universo fracasan debido a que no existe tal significado, al menos en relación al ser humano. Por tanto, propugna que el sentido último de la existencia es la creación de una significación particular, propia, puesto que la vida es insignificante por sí misma, y que la inexistencia de un sentido supremo en la vida de las personas es una situación de regocijo y no de desolación. Así pues, cada persona es libre para moldear su vida, con lo que se construye  su propio porvenir.
  El escritor Félix de Azúa piensa lo mismo: el sentido de la existencia humana no existe, ya que es un problema de interacción lingüística y, por tanto, de creación social. Azúa sostiene que hay cuatro grandes maquinarias de producción de significado: la filosofía, la ciencia, la religión y el arte, y que todas ellas están perdiendo, en la actualidad, esa fuerza creadora de significaciones.

  En la segunda opción, nos encontramos con un sinfín de pareceres que indican que la existencia humana sí que posee una meta, una significación; ciertas alternativas provienen del ámbito religioso y místico, aunque, obviamente, otras muchas no; en algunas se ve el carácter altruista; en otras, el egoísta.

  Sería muy complejo y extenso detallar todas y cada una de las  visiones que  nos hablan tanto del valor intrínseco de la vida humana y su sentido como de las que niegan que exista dicho valor.

  Pero, intentando hacer una síntesis, se podría decir que algunas de las razones a favor del sí, que los seres humanos de a pie escogen mayoritariamente, tanto en occidente como en otro tipo de culturas, son las siguientes:

1) Llegar a tener la iluminación del alma: unión con Dios y conocerse a sí mismo a través de Él y de uno mismo.

2)  Conseguir hacer felices a los demás y amarlos.
3) Vivir buscando el placer, sin dolor.
4) Conocer y dominar la naturaleza. 
5) Luchar por el poder y la superioridad.
6) Crear justicia, distribuir la riqueza, apoyarse mutuamente y contribuir al bienestar de los demás.
7) Gobernar el mundo.
8) Buscar la sabiduría y el conocimiento expandiendo nuestra percepción del mundo.
9) Evitar el sufrimiento causado por la ignorancia.
10) Intentar convertirse en la mejor versión de uno mismo.
11) Cumplir proyectos y objetivos vitales.
12) Sobrevivir: vivir el mayor tiempo posible incluyendo la búsqueda de la "inmortalidad" a través de los medios científicos.
13) Ser fructífero y multiplicarse.
14) Entregar más de lo que das.
15) Ser creativos e innovadores. 
 
   Dicho todo lo anterior, y sin entrar en enredados razonamientos religiosos, teológicos, psicológicos o filosóficos, le contesté a mi alumno lo siguiente sobre la pregunta que me había formulado (¿qué hago yo aquí, para qué he nacido?):


   -Pues no te puedo dar una respuesta clara y definitiva;  pero sí puedo indicarte que sólo por el hecho de haber nacido, la vida ya puede cobrar un sentido especial, a pesar de los aspectos negativos que ésta tenga. Mira a tu alrededor. Todo puede tener un significado: al ayudar a los demás, al conversar con una persona querida o estimada, al disfrutar de una buena obra musical, de un libro, de la naturaleza, al intentar ser aquello que deseas; cuando terminas con el sufrimiento de la gente, cuando eres generoso, cuando buscas objetivos y realizas tus proyectos, cuando intentas que en el mundo reine la paz, la justicia y la igualdad, cuando colaboras para que no haya personas oprimidas... 

  
     Mi alumno se quedó pensativo y, a los pocos segundos, me contestó:

    -Profesor, entonces, ¿el sentido de la vida me lo tengo que buscar yo o ya viene dado cuando nacemos? 

   -Pues exactamente no se sabe; yo no lo sé. Esta cuestión que me has planteado, la del sentido de la vida, no tiene ni una única ni una fácil respuesta. El universo es extraordinariamente complejo, y nosotros, los seres humanos, somos bastante insignificantes dentro de él, como hormigas en la inmensidad de un desierto.

    Cuando acabé de hablar, mi alumno se quedó pensativo mientras acababa de realizar un ejercicio en su libreta. Y enseguida me volvió a preguntar.

-Profesor, ¿sabes cuál es el sentido de la vida para mí?


-No  -contesté.


-Pues...  estudiar mucho para saber mucho, y también para poder ayudar a los demás. Así seré feliz. Me gustaría ser psicólogo.



    En ese instante, el que se quedó pensativo fui yo.




miércoles, 31 de octubre de 2012

Albert Camus y su filosofía del absurdo.





  Albert Camus (7 de noviembre de 1913 - 4 enero de 1960) fue un filósofo, ensayista, novelista, dramaturgo y periodista francés nacido en Argelia, que fue galardonado con el Premio Nobel  de Literatura en 1957. Camus fue la segunda persona más joven en recibirlo, después de Rudyard Kipling.

  Murió en un accidente de automóvil sólo tres años después de que se le concediera dicho galardón. 

  Con frecuencia se le asocia con el existencialismo, pero Camus prefirió ser conocido como un hombre y un pensador, más que como miembro de una escuela filosófica determinada.

  En una entrevista, en 1945, Camus rechazó cualquier asociación ideológica: "No soy un existencialista, Sartre y yo siempre estamos sorprendidos de ver nuestros nombres vinculados"

  La filosofía del absurdo, nacida de Camus, establece que los esfuerzos realizados por hombres y mujeres para hallar el significado total y previamente determinado dentro del universo fracasan debido a que no existe tal significado, al menos en relación con el ser humano. Por tanto, propugna que el sentido último de la existencia es la creación de una significación particular, propia, puesto que la vida es insignificante por sí misma, y que la inexistencia de un sentido supremo en la vida de las personas es una situación de regocijo y no de desolación. Así pues, cada persona es libre para moldear su vida, con lo que se construye  su propio porvenir.

  Según Camus, la vida humana carece de sentido, de meta, pero esto no nos tiene que sumir en la desesperación o en la apatía más profunda, pues es el propio ser humano el que va creando su futuro.

    "Aceptar el absurdo es la única alternativa admisible al injustificable salto de fe que constituye la base de todas las religiones".

miércoles, 6 de junio de 2012

Matrix, Descartes y el cerebro en la cubeta.

 
Si uno no sabe si está en el mundo real o en una simulación computarizada, uno no puede estar seguro sobre si sus creencias acerca del mundo son verdaderas. Y lo que era aún más aterrador para Descartes: en esta clase de situación, parece que la habilidad para razonar no es más segura que lo obtenido por los sentidos; el genio maligno (o un científico malvado ) podría estar haciendo que los razonamientos fueran tan erróneos como sus percepciones.
  Como se puede intuir, no hay una salida fácil para este problema filosófico (o, al menos, no hay una salida filosófica fácil). Varios pensadores han propuesto una inquietante variedad de “soluciones” para este problema, pero, como sucede con muchos problemas filosóficos, no existe nada cercano a un acuerdo unánime sobre cómo debe resolverse esta cuestión.
La respuesta de Descartes para este escepticismo del genio maligno fue, en primer lugar, argumentar que uno no puede genuinamente poner en duda su propia existencia; señaló que todo pensar presupone una persona que piensa: aun al dudar, uno se da cuenta de que debe al menos haber un yo que esta dudando (de ahí la famosa frase de Descartes: “pienso, luego existo”).
Descartes, después, continúa afirmando que, además de nuestra idea innata de yo, cada uno tiene una idea de Dios como un ser todopoderoso, bueno e infinito, y que esta idea sólo pudo haber venido de Dios mismo. Puesto que esto muestra que ese Dios bueno sí existe, podemos tener una total confianza en que Dios no permitiría que fuéramos tan drásticamente engañados acerca de la naturaleza de nuestras percepciones y  de nuestra relación con el mundo. Mientras que el argumento cartesiano sobre la existencia del yo ha sido muy influyente y continúa siendo tema de discusión, en cambio, muy pocos filósofos han aceptado la particular solución teísta de Descartes para el escepticismo sobre el mundo exterior.
Uno de los más interesantes desafíos contemporáneos a esta clase de situación escéptica ha venido del filósofo Hilary Putnam. Su argumento no consiste en defender la certeza de nuestro conocimiento, sino en cuestionar la coherencia de la hipótesis del “cerebro en la cubeta” dados ciertos presupuestos plausibles acerca de cómo nuestro lenguaje se refiere a los objetos en el mundo. Este filósofo nos pide que consideremos una variación de la historia común del “cerebro en la cubeta” que se parece misteriosamente a la situación descrita en el conocido film  “The Matrix”. 
 
Putnam dice: “En lugar de tener sólo un cerebro en la cubeta, podemos imaginar que todos los seres humanos, o todos los seres con sensaciones, son cerebros en la cubeta (o sistemas nerviosos en la cubeta en el caso en el que seres con sólo sistemas nerviosos cuenten como seres con sensaciones). ¿Por supuesto, el científico malvado tendría que estar fuera o no? Tal vez no haya ningún científico maligno, tal vez, aunque parezca absurdo, el universo sea una gigantesca maquinaria automática que atiende una cubeta llena de cerebros y de sistemas nerviosos. Ahora supongamos que esta maquinaria automática esta programada para darnos a todos una alucinación colectiva en lugar de un cierto número de alucinaciones aisladas. Así, cuando parece que te hablo a ti, es a ti a quien le parece estar oyendo mis palabras... Ahora quiero hacer una pregunta que parecerá muy tonta y obvia (al menos para algunas personas, incluyendo algunos filósofos muy sofisticados), pero que nos llevará a verdaderas profundidades filosóficas con cierta rapidez. Supongamos que toda esta historia fuera realmente verdadera, ¿podríamos, si fuéramos cerebros en la cubeta de este modo, decir o pensar que lo somos?” .

 
La asombrosa respuesta de Putnam es que no podemos pensar coherentemente que somos cerebros en la cubeta, y así el escepticismo de esta modalidad nunca puede realmente desarrollarse, ya  que es difícil hacer justicia al ingenioso argumento de Putnam: "No todo lo que pasa por nuestra cabeza es un pensamiento genuino, y mucho menos todo lo que decimos es una emisión significativa. Algunas veces nos confundimos o pensamos incoherentemente; a veces decimos cosas que no tienen sentido. Pero claro que no siempre nos damos cuenta en ese momento de que estamos siendo incoherentes – a veces creemos que estamos diciendo (o pensando) algo con sentido. Al estar drogado con óxido nitroso el filósofo William James se convencía de que tenía pensamientos profundos sobre la naturaleza de la realidad. Luego, estando sobrio, revisaba el cuaderno en el cual había anotado los pensamientos producidos por las drogas, y veía solamente  sinsentidos."
Al igual que yo puedo decir una oración que no tiene sentido, puedo usar un nombre o un término general que no tiene sentido, puesto que falla para relacionarse con algo en el mundo. Los filósofos se refieren a estos términos como “sin referencia” a un objeto. Para hacer referencias de forma exitosa, cuando usamos el lenguaje, debe existir una relación adecuada entre el hablante y el objeto al que se refiere. Si un perro al jugar sobre la arena logra escribir el nombre “Ed” con una rama, pocos estarán dispuestos a decir que el perro realmente quería referirse a alguien llamado Ed. Es presumible que el perro no conozca a nadie llamado Ed, y aun si así fuera, no sería capaz de pretender escribir el nombre de Ed en la arena.
 Las palabras no se refieren  de modo intrínseco (“ por arte de magia”) a objetos, deben cumplirse ciertas condiciones en el mundo para que nosotros reconozcamos que una cierta palabra escrita o hablada tiene algún significado o que se refiere a alguna cosa.
Putnam afirma que una condición que es crucial para realizar referencias con éxito es que exista una conexión causal apropiada entre el objeto referido y el hablante. Especificar aquí qué debe contar como “apropiado” es una tarea muy difícil, pero podemos hacernos una idea de la clase de cosa requerida para considerar casos en los cuales la referencia falla debido a una conexión inapropiada. Si alguien que nunca ha sabido nada de la película “The Matrix” logra hacer el sonido “Neo” mientras estornuda, muy pocas personas estarían inclinadas a pensar que esta persona realmente se ha referido al personaje Neo. No existe la clase de conexión causal entre el hablante y el objeto referido (en este ejemplo, Neo). Para que la referencia sea exitosa, no puede solamente ser accidental que el nombre sea pronunciado (otra forma de pensarlo: quien estornuda tuvo que haber emitido el sonido "Neo" aun si la película The Matrix nunca hubiera sido hecha.)
La dificultad, según Putnam, para suponer coherentemente que la hipótesis del cerebro en la cubeta sea verdadera es que los cerebros criados en un entorno como ése no podrían referirse con éxito a cerebros genuinos o a cubetas o a nada en el mundo real. Consideremos el ejemplo de alguien que ha vivido toda su vida en “la matriz”; cuando esta persona habla de “gallinas” no puede referirse a las gallinas reales. En el mejor de los casos, podría referirse a representaciones computarizadas de las gallinas que han sido enviadas a su cerebro. De modo similar cuando esta persona habla de humanos atrapados en cápsulas y alimentados de datos por "la matriz", no puede referirse con éxito a humanos o a cápsulas reales – no puede referirse a cuerpos humanos físicos en el mundo real porque no tiene la conexión causal apropiada con esos objetos–.  Entonces, si alguien pronunciara la frase “soy sólo un cuerpo atrapado en algún lado al que un computador le introduce información sensorial”, esa frase sería por sí misma necesariamente falsa. Si la persona no está, de hecho, atrapada en la matriz, entonces la frase es abiertamente falsa. Si la persona está atrapada en la matriz, entonces no puede referirse con éxito a cuerpos humanos reales al pronunciar “cuerpo humano”, y así parece que su declaración debe también ser falsa.
Esta persona parece doblemente atrapada, incapaz de saber que está en la matriz e incapaz de expresar con éxito la idea de que puede estar atrapada en la matriz (¿podría ser ésta la razón por la cual en un punto del film Morpheus le dice a Neo  que “no se le puede decir a nadie lo que es la matriz”?)
El argumento de Putnam es controvertido, pero es digno de ser tenido en cuenta, porque muestra que la clase de situación que describe “The Matrix” despierta dudas, no solamente acerca de las cuestiones filosóficas esperadas sobre el conocimiento y el escepticismo, sino también acerca de cuestiones concernientes al significado, el lenguaje y la relación entre la mente y el mundo.

 
Hilary Putnam, filósofo.   
Universidad de Princeton, Universidad de Harvard, Universidad Jorge Tadeo Lozano.