miércoles, 22 de febrero de 2012

La lengua de las mariposas: un cuento de Manuel Rivas.


  

Un poco de historia

   Al iniciarse la década de los años treinta, el sistema educativo español se hallaba en condiciones muy precarias. El Estado tenía una presencia débil, subordinado a la actuación de la Iglesia católica en la enseñanza. La desidia pública se manifestaba en los niveles primarios de la educación, en la discriminación que tenía lugar entre quienes podían cursar el bachillerato y quienes no tenían la posibilidad de estudiar tras la primaria. Francisco Giner de los Ríos decía esto: «De todos los problemas que interesan a la regeneración política y social de nuestro pueblo, no conozco uno solo tan menospreciado como el de la educación nacional». De esta forma, la Segunda República nació con un programa de reforma global del sistema educativo que incluía la construcción urgente de escuelas, la dignificación del maestro con un aumento sustancial de sus retribuciones, el establecimiento de un sistema unitario de tres ciclos, el fomento de una pedagogía activa y participativa y una concepción laica de la enseñanza. Por poner un ejemplo, en cuatro años, entre abril de 1931 y abril de 1935, el número de maestros nacionales pasó de 37.500 a 50.500. La reforma concitó la hostilidad de sectores poderosos de la sociedad española. La Guerra Civil sirvió así para que los franquistas eliminaran la educación como «escudo y defensa de la República».
El 14 de abril de 1931 se proclamó la II República en todo el Estado español, que encarnó la democracia y la modernidad, la libertad, la educación y el progreso, la igualdad y los derechos universales para todos los ciudadanos. Una escuela pública, obligatoria, laica, mixta, inspirada en el ideal de la solidaridad humana, donde la actividad era el eje de la metodología. Así era la escuela de la II República española. De todas las reformas que se emprendieron a partir de abril de 1931, la estrella fue la de la enseñanza.
El 14 de abril de 1931, la República encontró una España tan analfabeta y desnutrida. Y los más ilustres escritores, poetas y pedagogos se pusieron manos a la obra. De pueblo en pueblo, con la cultura ambulante. A la espera de que se aprobara la Constitución, en diciembre, el Gobierno tomó, mediante decretos urgentes, las primeras medidas: se reconoció el Estado plural y las diferencias lingüísticas (se respeta la lengua materna de los alumnos) y al frente del Consejo de Instrucción Pública, que haría caminar las reformas, se nombró a Unamuno.
Se proyectó la creación paulatina de 27.000 escuelas, pero, mientras, los ayuntamientos adecentaron salas donde educar a los niños; y a los mayores. Hubo incluso alguna pequeña en las salas de autopsia de los cementerios. Donde se podía. Entonces las maestras  y maestros desempeñaron un papel primordial, fundamental: enseñaban en sus casas con la subvención del ayuntamiento.
La República se propuso llenar las escuelas con los mejores maestros. Pero los docentes de la época tenían una formación casi tan exigua como su salario. El sueldo miserable de aquellos voluntariosos maestros subió a 3.000 pesetas al tiempo que se organizaban para ellos cursos de reciclaje didáctico. En las Semanas Pedagógicas recibían asesoramiento de los inspectores para aumentar su formación. La carrera de Magisterio, elevada a categoría universitaria, dignificó al fin la figura del maestro. A los aspirantes se les exigió, desde entonces, tener completo el bachillerato antes de matricularse en las Escuelas Normales, donde se enseñaba, entre otras materias, pedagogía, psicología y didáctica, y había un último curso práctico pagado. Se hizo del maestro la persona más culta: eran los intelectuales de los pueblos y, con toda la precariedad en que vivían, ejercieron de una forma digna.
Comenzó a tejerse un sistema educativo que puso el énfasis en el alumno, le hizo protagonista de las clases y de su formación. Los niños salían al campo para estudiar ciencias naturales, se trataron de sustituir los monótonos coros infantiles recitando lecciones de memoria por el debate participativo y pedagógico; los niños y las niñas se mezclaron en las mismas aulas, donde se educaban en igualdad, y se favoreció un tránsito sin sobresaltos desde el parvulario a la universidad. Fue una escuela en la que se educó a los niños atendiendo a su capacidad, su actitud y su vocación, no a su situación económica. La educación pública recibió financiación para ello, y eso era algo que la escuela privada miró con recelo. Todo tenía el aroma pedagógico de la Institución Libre de Enseñanza, que fue el soporte intelectual en el que se apoyó la República. Aunque diseñó una escuela más laica.

El relato

El relato que nos ocupa, La lengua de las mariposas, es de Manuel Rivas. La totalidad de la obra literaria de este escritor (1957) se desarrolla en lengua gallega, aunque también escribe artículos periodísticos en castellano. Su libro de cuentos ¿Qué me quieres, amor? (1996) incluye el relato La lengua de las mariposas. Su obra se completa con los libros de relatos Ella, maldita alma (1999), La mano del emigrante (2001) y Las llamadas perdidas (2002).
Es autor de tres novelas cortas: Los comedores de patatas (1992), El lápiz del carpintero (1999), Premio de la Crítica española, llevada al cine por Antón Reixa, y En salvaje compañía (1994). Sus últimas obras son El héroe(2006), teatral, y Los libros arden mal (2006), una novela.
En La lengua de las mariposas se tratan temas como la escuela, la amistad, la docencia, la niñez..., aunque también se reflejan algunas miserias del ser humano, todo con un claro trasfondo: la Segunda República española.
Básicamente se plantea la relación entre un adulto y un niño: un viejo maestro, don Gregorio, sabio profesor de primaria, y uno de sus alumnos, Moncho. El maestro se esfuerza por enseñarle con dedicación y paciencia conocimientos de naturaleza, literatura, matemáticas... , pero poco a poco se van distanciando en cuanto a su estrecha relación, pues el contexto que les envuelve hará que maestro y alumno se conviertan casi en unos desconocidos (prácticamente en enemigos).
El cuento explora muy bien la incipiente represión franquista contra los maestros y maestras de la Segunda República, pues suponían un oasis de libertad y libre pensamiento. Todo lo que supusiera conocimiento, inteligencia, libertad o independencia era peligroso para la terrible dictadura que estaba a punto de instaurarse.
Un relato muy interesante.

Algunas fotos de la adaptación cinematográfica.

  

 



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