Si uno no sabe si está
en el mundo real o en una simulación computarizada, uno no puede
estar seguro sobre si sus creencias acerca del mundo son verdaderas.
Y lo que era aún más aterrador para Descartes: en esta clase de
situación, parece que la habilidad para razonar no es más segura que
lo obtenido por los sentidos; el genio maligno (o un científico
malvado ) podría estar haciendo que los razonamientos fueran tan
erróneos como sus percepciones.
Como se puede intuir, no hay una salida fácil para este problema
filosófico (o, al menos, no hay una salida filosófica fácil). Varios pensadores han propuesto una inquietante variedad de “soluciones”
para este problema, pero, como sucede con muchos problemas
filosóficos, no existe nada cercano a un acuerdo unánime sobre
cómo debe resolverse esta cuestión.
La respuesta de Descartes
para este escepticismo del genio maligno fue, en primer lugar, argumentar que uno no puede genuinamente poner en duda su propia
existencia; señaló que todo pensar presupone una persona que piensa: aun
al dudar, uno se da cuenta de que debe al menos haber un yo que esta
dudando (de ahí la famosa frase de Descartes: “pienso, luego
existo”).
Descartes, después, continúa
afirmando que, además de nuestra idea innata de yo, cada uno tiene
una idea de Dios como un ser todopoderoso, bueno e infinito, y que
esta idea sólo pudo haber venido de Dios mismo. Puesto que esto
muestra que ese Dios bueno sí existe, podemos tener una total confianza en que Dios no permitiría que fuéramos tan drásticamente
engañados acerca de la naturaleza de nuestras percepciones y
de nuestra relación con el mundo. Mientras que el argumento
cartesiano sobre la existencia del yo ha sido muy influyente y
continúa siendo tema de discusión, en cambio, muy pocos filósofos
han aceptado la particular solución teísta de Descartes
para el escepticismo sobre el mundo exterior.
Uno de los más interesantes
desafíos contemporáneos a esta clase de situación escéptica ha
venido del filósofo Hilary Putnam. Su argumento no consiste en
defender la certeza de nuestro conocimiento, sino en cuestionar la
coherencia de la hipótesis del “cerebro en la cubeta” dados
ciertos presupuestos plausibles acerca de cómo nuestro lenguaje se
refiere a los objetos en el mundo. Este filósofo nos pide que consideremos una
variación de la historia común del “cerebro en la cubeta” que
se parece misteriosamente a la situación descrita en el conocido film “The Matrix”.
Putnam dice: “En lugar de tener sólo
un cerebro en la cubeta, podemos imaginar que todos los seres humanos, o todos los seres con sensaciones, son cerebros en la cubeta (o
sistemas nerviosos en la cubeta en el caso en el que seres con sólo
sistemas nerviosos cuenten como seres con sensaciones). ¿Por
supuesto, el científico malvado tendría que estar fuera o no? Tal
vez no haya ningún científico maligno, tal vez, aunque parezca
absurdo, el universo sea una gigantesca maquinaria automática que atiende una cubeta llena de cerebros y de sistemas nerviosos.
Ahora supongamos que esta maquinaria automática esta programada para
darnos a todos una alucinación colectiva en lugar de un cierto
número de alucinaciones aisladas. Así, cuando parece que te hablo a ti, es a ti a quien le parece estar oyendo mis palabras... Ahora quiero
hacer una pregunta que parecerá muy tonta y obvia (al menos para
algunas personas, incluyendo algunos filósofos muy sofisticados),
pero que nos llevará a verdaderas profundidades filosóficas con
cierta rapidez. Supongamos que toda esta historia fuera realmente
verdadera, ¿podríamos, si fuéramos cerebros en la cubeta de este
modo, decir o pensar que lo somos?” .
La asombrosa respuesta de
Putnam es que no podemos pensar coherentemente que somos cerebros en
la cubeta, y así el escepticismo de esta modalidad nunca puede
realmente desarrollarse, ya que es difícil hacer justicia al
ingenioso argumento de Putnam: "No todo lo que pasa por
nuestra cabeza es un pensamiento genuino, y mucho menos todo lo que
decimos es una emisión significativa. Algunas veces nos confundimos
o pensamos incoherentemente; a veces decimos cosas que no tienen
sentido. Pero claro que no siempre nos damos cuenta en ese momento
de que estamos siendo incoherentes – a veces creemos que
estamos diciendo (o pensando) algo con sentido. Al estar drogado con
óxido nitroso el filósofo William James se convencía de que tenía
pensamientos profundos sobre la naturaleza de la realidad. Luego,
estando sobrio, revisaba el cuaderno en el cual había anotado los
pensamientos producidos por las drogas, y veía solamente
sinsentidos."
Al igual que yo puedo decir
una oración que no tiene sentido, puedo usar un nombre o un término
general que no tiene sentido, puesto que falla para relacionarse con
algo en el mundo. Los filósofos se refieren a estos términos como
“sin referencia” a un objeto. Para hacer referencias de forma exitosa, cuando
usamos el lenguaje, debe existir una relación adecuada entre el
hablante y el objeto al que se refiere. Si un perro al jugar sobre la
arena logra escribir el nombre “Ed” con una rama, pocos estarán
dispuestos a decir que el perro realmente quería referirse a alguien
llamado Ed. Es presumible que el perro no conozca a nadie llamado Ed,
y aun si así fuera, no sería capaz de pretender escribir el nombre
de Ed en la arena.
Las palabras no se refieren de modo intrínseco (“ por arte de
magia”) a objetos, deben cumplirse ciertas condiciones en el mundo
para que nosotros reconozcamos que una cierta palabra escrita o
hablada tiene algún significado o que se refiere a alguna
cosa.
Putnam afirma que una
condición que es crucial para realizar referencias con éxito es que exista una
conexión causal apropiada entre el objeto referido y el hablante.
Especificar aquí qué debe contar como “apropiado” es una tarea muy difícil, pero podemos hacernos una idea de la clase de
cosa requerida para considerar casos en los cuales la referencia
falla debido a una conexión inapropiada. Si alguien que nunca ha
sabido nada de la película “The Matrix” logra hacer el sonido
“Neo” mientras estornuda, muy pocas personas estarían inclinadas
a pensar que esta persona realmente se ha referido al personaje Neo.
No existe la clase de conexión causal entre el hablante y el objeto
referido (en este ejemplo, Neo). Para que la referencia sea exitosa,
no puede solamente ser accidental que el nombre sea pronunciado (otra
forma de pensarlo: quien estornuda tuvo que haber emitido el sonido
"Neo" aun si la película The Matrix nunca hubiera
sido hecha.)
La dificultad, según Putnam,
para suponer coherentemente que la hipótesis del cerebro en la
cubeta sea verdadera es que los cerebros criados en un entorno como ése no podrían referirse con éxito a cerebros genuinos o a
cubetas o a nada en el mundo real. Consideremos el ejemplo de
alguien que ha vivido toda su vida en “la matriz”; cuando esta
persona habla de “gallinas” no puede referirse a las gallinas
reales. En el mejor de los casos, podría referirse a representaciones
computarizadas de las gallinas que han sido enviadas a su cerebro. De
modo similar cuando esta persona habla de humanos atrapados en
cápsulas y alimentados de datos por "la matriz", no puede referirse
con éxito a humanos o a cápsulas reales – no puede referirse a
cuerpos humanos físicos en el mundo real porque no tiene la conexión
causal apropiada con esos objetos–. Entonces, si alguien pronunciara
la frase “soy sólo un cuerpo atrapado en algún lado al que un
computador le introduce información sensorial”, esa frase sería
por sí misma necesariamente falsa. Si la persona no está, de hecho,
atrapada en la matriz, entonces la frase es abiertamente falsa. Si la
persona está atrapada en la matriz, entonces no puede referirse con
éxito a cuerpos humanos reales al pronunciar “cuerpo humano”, y
así parece que su declaración debe también ser falsa.
Esta persona parece doblemente
atrapada, incapaz de saber que está en la matriz e incapaz de
expresar con éxito la idea de que puede estar atrapada en la matriz
(¿podría ser ésta la razón por la cual en un punto del film Morpheus le
dice a Neo que “no se le puede decir a nadie lo que es la
matriz”?)
El argumento de Putnam es
controvertido, pero es digno de ser tenido en cuenta, porque muestra
que la clase de situación que describe “The Matrix” despierta
dudas, no solamente acerca de las cuestiones filosóficas esperadas
sobre el conocimiento y el escepticismo, sino también acerca de
cuestiones concernientes al significado, el lenguaje y la relación
entre la mente y el mundo.
Hilary Putnam, filósofo.
Universidad de Princeton, Universidad de Harvard, Universidad Jorge Tadeo Lozano.
Hilary Putnam, filósofo.
Universidad de Princeton, Universidad de Harvard, Universidad Jorge Tadeo Lozano.
Gracias por tratar estos temas tan interesantes y que tanto pueden dar que pensar ¿El cerebro pensando sobre si mismo como si fuera algo ajeno?
ResponderEliminarGracias a ti.
ResponderEliminarExcelente apreciación entre la realidad y la representación.
ResponderEliminarGracias.
ResponderEliminar